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El dolor de las mujeres (una salud en penumbra)

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor ha dedicado 2022 a llamar la atención sobre la necesidad de trasladar el conocimiento a la práctica para poder aliviar mejor el sufrimiento que causa el dolor a tantas personas, en su mayoría mujeres. En este contexto, la Sociedad Española del Dolor ha organizado la jornada digital Tu Dolor Importa. Sin género de dudas para debatir sobre las muchas y aplastantes razones que hacen imprescindible estudiar y tratar el dolor de las mujeres de forma diferenciada. 

El dolor de las mujeres, o más bien el desconocimiento sobre sus características diferenciales, es una de las manifestaciones de una salud en penumbra. Una salud que no se ha estudiado, ni se estudia, en la misma medida que la de los hombres, lo que conduce, por ejemplo, a que ellos disfruten de tratamientos más eficaces. Así se subrayó en la jornada que la Sociedad Española de Dolor (SED) celebra anualmente con motivo del 17 de octubre, Día Mundial del Dolor, que este año se ha dedicado a reivindicar la urgencia de implementar la perspectiva de género en la atención a personas que viven con dolor crónico.

Con el título #TuDolorImporta. Sin Género de Dudas, el evento contó con el apoyo de Dolor.com y comenzó con unas palabras de la Dra. María Madariaga, presidenta de la SED, que recordó que la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés) ha dedicado tanto el Día Mundial del Dolor como el año 2022 a trasladar el conocimiento a la práctica.

De acuerdo con ese mandato, el objetivo de la jornada era subrayar la pertinencia, pero también la urgencia, de aplicar el conocimiento sobre las características y el comportamiento del dolor crónico en las mujeres a la I+D farmacológica, la práctica clínica –en atención primaria, atención especializada y, por supuesto, en las unidades de dolor–, los cuidados de enfermería, la psicoterapia, la fisioterapia y el trabajo social.

En su intervención, el doctor Carlos Goicoechea, catedrático de Farmacología de la URJ y vicepresidente de la SED, explicó por qué el dolor de las mujeres no es igual que el de los hombres y las consecuencias de haber obviado esta realidad. Consecuencias, por lo demás, que se pueden hacer extensivas a muchas otras ramas de las ciencias biomédicas y la atención sanitaria. “Para empezar, me voy a hacer ‘spoiler’ a mí mismo: hay más dolor en las mujeres. No es cierto que tengan el umbral del dolor más alto que los hombres y, en general, los hombres responden mejor a los fármacos”, explicó.

El Dr. Goicoechea se refería a cuestiones biológicas, es decir, a las diferencias marcadas por el sexo, que en las mujeres vienen dadas en gran medida por las hormonas, particularmente por los estrógenos, que potencian tanto la inflamación como la  nocicepción. Por el contrario, la testosterona parece proteger a los hombres de la sensación de dolor.

La nocicepción es el mecanismo neuronal que codifica y procesa señales potencialmente dañinas para el organismo. Es una actividad sensitiva del sistema nervioso, producida por la estimulación de terminaciones nerviosas especializadas (nociceptores), popularmente conocidas como receptores del dolor. Estos receptores solo responden a cambios por encima del umbral del sistema, de ahí que hablemos del ‘umbral del dolor’, que pueden ser de origen químico (por ejemplo, una sustancia irritativa), mecánico (un golpe) o térmico (una quemadura).

Pero una nocicepción exacerbada, por así decir, no es la única diferencia biológica que afecta a la percepción femenina del dolor. También hay más patologías musculoesqueléticas asociadas a dolor entre las mujeres, sobre todo las derivadas de la inflamación, como la artrosis, y de la fragilidad de los huesos, como las fracturas por osteoporosis grave.

Hay más ejemplos, como las migrañas, que afectan a dos hombres por cada ocho mujeres. Y podríamos seguir con la lista. En total, la SED estima que unos nueve millones de personas sufren dolor crónico en España, y dos de cada tres son mujeres. Sin embargo, los hombres cuentan con un arsenal terapéutico más eficaz, en parte porque perciben menos el dolor por cuestiones biológicas, pero en gran medida porque ha sido investigado en ellos y desarrollado para ellos.

Si bien ahora se incluye a un 50% de mujeres en los ensayos clínicos, el problema dista mucho de estar resuelto porque la seguridad y la eficacia de los fármacos en desarrollo todavía se mide de forma conjunta. “No sirve de nada incluir mujeres en los ensayos si no analizamos por separado el comportamiento del principio activo investigado en su organismo”, explicó el Dr. Goicoechea. Y aquí viene la gran pregunta, ¿si sabemos todo esto, por qué todavía no se investiga, se trata y se prescribe con perspectiva de género o, en este caso, de sexo?

La confluencia de factores biológicos, psicológicos y sociales hace que las mujeres tengan dolor crónico con mayor frecuencia e intensidad. Sin embargo, la perspectiva de género todavía no es una realidad en el abordaje del dolor

La respuesta a esta cuestión es compleja, ya que las diferencias trascienden lo meramente biológico e incluyen factores psicológicos y sociales, estos últimos derivados de los roles de género, que impactan con fuerza en la salud de la mujer desde muchos ángulos, entre los que se encuentra el dolor. Esta realidad convierte en un verdadero acierto que la SED, en el año dedicado a la importancia de trasladar los conocimientos sobre dolor a la práctica, haya puesto el foco en entender y superar la multiplicidad de factores que actúan en detrimento de las mujeres.

Para lograr resultados en este sentido, los distintos profesionales implicados en la investigación y el tratamiento del dolor deben aprender a comunicarse más y mejor, es decir, a trabajar verdaderamente en equipo. Para la Dra. María Luz Padilla del Rey, una de las participantes en la jornada, este es el principal reto. El Dr. Goicoechea, sin embargo, matizó: “Creo que el problema no es tanto comunicarnos como entendernos, es decir, comprender la función que cumple cada disciplina en el abordaje del dolor”.

Dicho esto, la desconexión no es privativa del tratamiento del dolor, sino que es el principal problema del sistema sanitario en su conjunto –con perdón de la falta de financiación y el exceso de burocracia–, y no digamos de la necesaria y urgente coordinación entre la sanidad y los servicios sociales en esta época de poblaciones cada vez más envejecidas, es decir, felizmente longevas y tristemente achacosas.

Una invisibilización multifactorial y terrible

Sin perder de vista que viven más años, pero con más achaques, la discriminación que sufren las mujeres en la sanidad y en el dolor se podría entender como la suma de la falta de una sanidad basada en especialidades, y no en personas/pacientes, y el machismo estructural. De otra forma, no se entendería esta situación de desventaja. “Ya sabíamos que el dolor es distinto en las mujeres, pero no hacíamos nada”, reconocía la Dra. Elena Catalá, médica anestesióloga y directora de la Unidad de Dolor del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona) durante el evento de la SED.

Precisamente por eso, para contribuir a terminar con este agravio, Català y un grupo de profesionales de distintas y diversas áreas han puesto en marcha la plataforma Mujer y Dolor que, en su página web explica: “Esta situación justifica la necesidad de profundizar en el conocimiento del desarrollo de dolor crónico y sus mecanismos bio-psico-sociales, con un análisis mas concreto de su impacto en términos de salud pública y oportunidad social en relación al género”.

La página incluye una sección de documentación y vídeos de ponencias muy interesante. Uno de ellos, de la propia Elena Català, explica de forma muy sintética no solo las diferencias biológicas que desarrolló el Dr. Goicoechea en la jornada #TuDolorImporta. Sin Género de Dudas de la SED, sino también de las particularidades psicológicas y sociales. Todas ellas “explican el riesgo aumentado a padecer dolor crónico de las mujeres y al mismo tiempo actúan como factores que magnifican la percepción del dolor”. 

Como una pescadilla que se muerde la cola, esos factores están relacionados y se retroalimentan. Por una parte, los factores psicológicos están ligados a una mayor presencia de los trastornos de ansiedad y depresión entre las mujeres con dolor crónico, pero, como aclara la doctora, “no está claro si el dolor es causa o efecto, lo que sí sabemos es que la ansiedad y la depresión magnifican la intensidad del dolor”.

Por otra parte, los factores sociales tienen mucho que ver con los roles de género, en gran medida relacionados con los cuidados: “Las mujeres cuidadoras duermen menos horas y con mala calidad de sueño. Además, está comprobado que realizan menos actividad física recreativa –subraya, poniendo énfasis en la palabra ‘recreativa’–, lo que significa disponer de menos momentos para el esparcimiento, lo que deriva en ansiedad y depresión que, a su vez, magnifican el dolor. Con la edad, además, esa falta de sueño y de ejercicio resulta en mayores índices de obesidad, que conlleva, entre otras comorbilidades, un aumento de los procesos degenerativos músculoesqueléticos dolorosos y de los trastornos de ansiedad y depresión, que también magnifican el dolor”.

Si añadimos la escasez de unidades especializadas en dolor –solo 183 de los 800 hospitales de alta complejidad de la sanidad pública española cuentan con una, y no todas cumplen los requisitos necesarios para llamarlas multidisciplinares– y el ‘clásico’ ninguneo del sufrimiento femenino a todo este cúmulo de desventajas, llegamos a la radiografía completa del via crucis que todavía experimentan las mujeres en la de por sí dura y complicada convivencia con el dolor crónico.

La infografía que reproducimos en este espacio detalla muy bien todos estos detalles y, desde luego, deja clara la pertinencia de la jornada que ha dedicado la Sociedad Española de Dolor a la urgencia de llevar el conocimiento a la práctica, efectivamente, pero con perspectiva de género.

* Ilustramos este artículo con una foto de Elina Arāja, :disponible en Pexels. La infografía sobre mujer y dolor es cortesía de la SED. 

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor ha dedicado 2022 a llamar la atención sobre la necesidad de trasladar el conocimiento a la práctica para poder aliviar mejor el sufrimiento que causa el dolor a tantas personas, en su mayoría mujeres. En este contexto, la Sociedad Española del Dolor ha organizado la jornada digital Tu Dolor Importa. Sin género de dudas para explicar las muchas y aplastantes razones que exigen estudiar y tratar el dolor de las mujeres de forma diferenciada.

El dolor de las mujeres, o más bien el desconocimiento sobre sus características diferenciales, es una de las manifestaciones de una salud en penumbra. Una salud que no se ha estudiado, ni se estudia, en la misma medida que la de los hombres, lo que conduce, por ejemplo, a que ellos disfruten de tratamientos más eficaces. Así se subrayó en la jornada que la Sociedad Española de Dolor (SED) celebra anualmente con motivo del 17 de octubre, Día Mundial del Dolor, que este año se ha dedicado a reivindicar la urgencia de implementar la perspectiva de género en la atención a personas que viven con dolor crónico.

Con el título #TuDolorImporta. Sin Género de Dudas, el evento contó con el apoyo de Dolor.com y comenzó con unas palabras de la Dra. María Madariaga, presidenta de la SED, que recordó que la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés) ha dedicado tanto el Día Mundial del Dolor como el año 2022 a trasladar el conocimiento a la práctica.

De acuerdo con ese mandato, el objetivo de la jornada era subrayar la pertinencia, pero también la urgencia, de aplicar el conocimiento sobre las características y el comportamiento del dolor crónico en las mujeres a la I+D farmacológica, la práctica clínica –en atención primaria, atención especializada y, por supuesto, en las unidades de dolor–, los cuidados de enfermería, la psicoterapia, la fisioterapia y el trabajo social.

En su intervención, el doctor Carlos Goicoechea, catedrático de Farmacología de la URJ y vicepresidente de la SED, explicó por qué el dolor de las mujeres no es igual que el de los hombres y las consecuencias de haber obviado esta realidad. Consecuencias, por lo demás, que se pueden hacer extensivas a muchas otras ramas de las ciencias biomédicas y la atención sanitaria. “Para empezar, me voy a hacer ‘spoiler’ a mí mismo: hay más dolor en las mujeres. No es cierto que tengan el umbral del dolor más alto que los hombres y, en general, los hombres responden mejor a los fármacos”, explicó.

El Dr. Goicoechea se refería a cuestiones biológicas, es decir, a las diferencias marcadas por el sexo, que en las mujeres vienen dadas en gran medida por las hormonas, particularmente por los estrógenos, que potencian tanto la inflamación como la  nocicepción. Por el contrario, la testosterona parece proteger a los hombres de la sensación de dolor.

La nocicepción es el mecanismo neuronal que codifica y procesa señales potencialmente dañinas para el organismo. Es una actividad sensitiva del sistema nervioso, producida por la estimulación de terminaciones nerviosas especializadas (nociceptores), popularmente conocidas como receptores del dolor. Estos receptores solo responden a cambios por encima del umbral del sistema, de ahí que hablemos del ‘umbral del dolor’, que pueden ser de origen químico (por ejemplo, una sustancia irritativa), mecánico (un golpe) o térmico (una quemadura).

Pero una nocicepción exacerbada, por así decir, no es la única diferencia biológica que afecta a la percepción femenina del dolor. También hay más patologías musculoesqueléticas asociadas a dolor entre las mujeres, sobre todo las derivadas de la inflamación, como la artrosis, y de la fragilidad de los huesos, como las fracturas por osteoporosis grave.

Hay más ejemplos, como las migrañas, que afectan a dos hombres por cada ocho mujeres. Y podríamos seguir con la lista. En total, la SED estima que unos nueve millones de personas sufren dolor crónico en España, y dos de cada tres son mujeres. Sin embargo, los hombres cuentan con un arsenal terapéutico más eficaz, en parte porque perciben menos el dolor por cuestiones biológicas, pero en gran medida porque ha sido investigado en ellos y desarrollado para ellos.

Si bien ahora se incluye a un 50% de mujeres en los ensayos clínicos, el problema dista mucho de estar resuelto porque la seguridad y la eficacia de los fármacos en desarrollo todavía se mide de forma conjunta. “No sirve de nada incluir mujeres en los ensayos si no analizamos por separado el comportamiento del principio activo investigado en su organismo”, explicó el Dr. Goicoechea. Y aquí viene la gran pregunta, ¿si sabemos todo esto, por qué todavía no se investiga, se trata y se prescribe con perspectiva de género o, en este caso, de sexo?

La confluencia de factores biológicos, psicológicos y sociales hace que las mujeres tengan dolor crónico con mayor frecuencia e intensidad. Sin embargo, la perspectiva de género todavía no es una realidad en el abordaje del dolor

La respuesta a esta cuestión es compleja, ya que las diferencias trascienden lo meramente biológico e incluyen factores psicológicos y sociales, estos últimos derivados de los roles de género, que impactan con fuerza en la salud de la mujer desde muchos ángulos, entre los que se encuentra el dolor. Esta realidad convierte en un verdadero acierto que la SED, en el año dedicado a la importancia de trasladar los conocimientos sobre dolor a la práctica, haya puesto el foco en entender y superar la multiplicidad de factores que actúan en detrimento de las mujeres.

Para lograr resultados en este sentido, los distintos profesionales implicados en la investigación y el tratamiento del dolor deben aprender a comunicarse más y mejor, es decir, a trabajar verdaderamente en equipo. Para la Dra. María Luz Padilla del Rey, una de las participantes en la jornada, este es el principal reto. El Dr. Goicoechea, sin embargo, matizó: “Creo que el problema no es tanto comunicarnos como entendernos, es decir, comprender la función que cumple cada disciplina en el abordaje del dolor”.

Dicho esto, la desconexión no es privativa del tratamiento del dolor, sino que es el principal problema del sistema sanitario en su conjunto –con perdón de la falta de financiación y el exceso de burocracia–, y no digamos de la necesaria y urgente coordinación entre la sanidad y los servicios sociales en esta época de poblaciones cada vez más envejecidas, es decir, felizmente longevas y tristemente achacosas.

Una invisibilización multifactorial y terrible

Sin perder de vista que viven más años, pero con más achaques, la discriminación que sufren las mujeres en la sanidad y en el dolor se podría entender como la suma de la falta de una sanidad basada en especialidades, y no en personas/pacientes, y el machismo estructural. De otra forma, no se entendería esta situación de desventaja. “Ya sabíamos que el dolor es distinto en las mujeres, pero no hacíamos nada”, reconocía la Dra. Elena Catalá, médica anestesióloga y directora de la Unidad de Dolor del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona) durante el evento de la SED.

Precisamente por eso, para contribuir a terminar con este agravio, Català y un grupo de profesionales de distintas y diversas áreas han puesto en marcha la plataforma Mujer y Dolor que, en su página web explica: “Esta situación justifica la necesidad de profundizar en el conocimiento del desarrollo de dolor crónico y sus mecanismos bio-psico-sociales, con un análisis mas concreto de su impacto en términos de salud pública y oportunidad social en relación al género”.

La página incluye una sección de documentación y vídeos de ponencias muy interesante. Uno de ellos, de la propia Elena Català, explica de forma muy sintética no solo las diferencias biológicas que desarrolló el Dr. Goicoechea en la jornada #TuDolorImporta. Sin Género de Dudas de la SED, sino también de las particularidades psicológicas y sociales. Todas ellas “explican el riesgo aumentado a padecer dolor crónico de las mujeres y al mismo tiempo actúan como factores que magnifican la percepción del dolor”. 

Como una pescadilla que se muerde la cola, esos factores están relacionados y se retroalimentan. Por una parte, los factores psicológicos están ligados a una mayor presencia de los trastornos de ansiedad y depresión entre las mujeres con dolor crónico, pero, como aclara la doctora, “no está claro si el dolor es causa o efecto, lo que sí sabemos es que la ansiedad y la depresión magnifican la intensidad del dolor”.

Por otra parte, los factores sociales tienen mucho que ver con los roles de género, en gran medida relacionados con los cuidados: “Las mujeres cuidadoras duermen menos horas y con mala calidad de sueño. Además, está comprobado que realizan menos actividad física recreativa –subraya, poniendo énfasis en la palabra ‘recreativa’–, lo que significa disponer de menos momentos para el esparcimiento, lo que deriva en ansiedad y depresión que, a su vez, magnifican el dolor. Con la edad, además, esa falta de sueño y de ejercicio resulta en mayores índices de obesidad, que conlleva, entre otras comorbilidades, un aumento de los procesos degenerativos músculoesqueléticos dolorosos y de los trastornos de ansiedad y depresión, que también magnifican el dolor”.

Si añadimos la escasez de unidades especializadas en dolor –solo 183 de los 800 hospitales de alta complejidad de la sanidad pública española cuentan con una, y no todas cumplen los requisitos necesarios para llamarlas multidisciplinares– y el ‘clásico’ ninguneo del sufrimiento femenino a todo este cúmulo de desventajas, llegamos a la radiografía completa del via crucis que todavía experimentan las mujeres en la de por sí dura y complicada convivencia con el dolor crónico.

La infografía que reproducimos en este espacio detalla muy bien todos estos detalles y, desde luego, deja clara la pertinencia de la jornada que ha dedicado la Sociedad Española de Dolor a la urgencia de llevar el conocimiento a la práctica, efectivamente, pero con perspectiva de género.

* Ilustramos este artículo con una foto de Elina Arāja, :disponible en Pexels. La infografía sobre mujer y dolor es cortesía de la SED. 

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor ha dedicado 2022 a llamar la atención sobre la necesidad de trasladar el conocimiento a la práctica para poder aliviar mejor el sufrimiento que causa el dolor a tantas personas, en su mayoría mujeres. En este contexto, la Sociedad Española del Dolor ha organizado la jornada digital Tu Dolor Importa. Sin género de dudas para explicar las muchas y aplastantes razones que exigen estudiar y tratar el dolor de las mujeres de forma diferenciada.

El dolor de las mujeres, o más bien el desconocimiento sobre sus características diferenciales, es una de las manifestaciones de una salud en penumbra. Una salud que no se ha estudiado, ni se estudia, en la misma medida que la de los hombres, lo que conduce, por ejemplo, a que ellos disfruten de tratamientos más eficaces. Así se subrayó en la jornada que la Sociedad Española de Dolor (SED) celebra anualmente con motivo del 17 de octubre, Día Mundial del Dolor, que este año se ha dedicado a reivindicar la urgencia de implementar la perspectiva de género en la atención a personas que viven con dolor crónico.

Con el título #TuDolorImporta. Sin Género de Dudas, el evento contó con el apoyo de Dolor.com y comenzó con unas palabras de la Dra. María Madariaga, presidenta de la SED, que recordó que la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés) ha dedicado tanto el Día Mundial del Dolor como el año 2022 a trasladar el conocimiento a la práctica.

De acuerdo con ese mandato, el objetivo de la jornada era subrayar la pertinencia, pero también la urgencia, de aplicar el conocimiento sobre las características y el comportamiento del dolor crónico en las mujeres a la I+D farmacológica, la práctica clínica –en atención primaria, atención especializada y, por supuesto, en las unidades de dolor–, los cuidados de enfermería, la psicoterapia, la fisioterapia y el trabajo social.

En su intervención, el doctor Carlos Goicoechea, catedrático de Farmacología de la URJ y vicepresidente de la SED, explicó por qué el dolor de las mujeres no es igual que el de los hombres y las consecuencias de haber obviado esta realidad. Consecuencias, por lo demás, que se pueden hacer extensivas a muchas otras ramas de las ciencias biomédicas y la atención sanitaria. “Para empezar, me voy a hacer ‘spoiler’ a mí mismo: hay más dolor en las mujeres. No es cierto que tengan el umbral del dolor más alto que los hombres y, en general, los hombres responden mejor a los fármacos”, explicó.

El Dr. Goicoechea se refería a cuestiones biológicas, es decir, a las diferencias marcadas por el sexo, que en las mujeres vienen dadas en gran medida por las hormonas, particularmente por los estrógenos, que potencian tanto la inflamación como la  nocicepción. Por el contrario, la testosterona parece proteger a los hombres de la sensación de dolor.

La nocicepción es el mecanismo neuronal que codifica y procesa señales potencialmente dañinas para el organismo. Es una actividad sensitiva del sistema nervioso, producida por la estimulación de terminaciones nerviosas especializadas (nociceptores), popularmente conocidas como receptores del dolor. Estos receptores solo responden a cambios por encima del umbral del sistema, de ahí que hablemos del ‘umbral del dolor’, que pueden ser de origen químico (por ejemplo, una sustancia irritativa), mecánico (un golpe) o térmico (una quemadura).

Pero una nocicepción exacerbada, por así decir, no es la única diferencia biológica que afecta a la percepción femenina del dolor. También hay más patologías musculoesqueléticas asociadas a dolor entre las mujeres, sobre todo las derivadas de la inflamación, como la artrosis, y de la fragilidad de los huesos, como las fracturas por osteoporosis grave.

Hay más ejemplos, como las migrañas, que afectan a dos hombres por cada ocho mujeres. Y podríamos seguir con la lista. En total, la SED estima que unos nueve millones de personas sufren dolor crónico en España, y dos de cada tres son mujeres. Sin embargo, los hombres cuentan con un arsenal terapéutico más eficaz, en parte porque perciben menos el dolor por cuestiones biológicas, pero en gran medida porque ha sido investigado en ellos y desarrollado para ellos.

Si bien ahora se incluye a un 50% de mujeres en los ensayos clínicos, el problema dista mucho de estar resuelto porque la seguridad y la eficacia de los fármacos en desarrollo todavía se mide de forma conjunta. “No sirve de nada incluir mujeres en los ensayos si no analizamos por separado el comportamiento del principio activo investigado en su organismo”, explicó el Dr. Goicoechea. Y aquí viene la gran pregunta, ¿si sabemos todo esto, por qué todavía no se investiga, se trata y se prescribe con perspectiva de género o, en este caso, de sexo?

La confluencia de factores biológicos, psicológicos y sociales hace que las mujeres tengan dolor crónico con mayor frecuencia e intensidad. Sin embargo, la perspectiva de género todavía no es una realidad en el abordaje del dolor

La respuesta a esta cuestión es compleja, ya que las diferencias trascienden lo meramente biológico e incluyen factores psicológicos y sociales, estos últimos derivados de los roles de género, que impactan con fuerza en la salud de la mujer desde muchos ángulos, entre los que se encuentra el dolor. Esta realidad convierte en un verdadero acierto que la SED, en el año dedicado a la importancia de trasladar los conocimientos sobre dolor a la práctica, haya puesto el foco en entender y superar la multiplicidad de factores que actúan en detrimento de las mujeres.

Para lograr resultados en este sentido, los distintos profesionales implicados en la investigación y el tratamiento del dolor deben aprender a comunicarse más y mejor, es decir, a trabajar verdaderamente en equipo. Para la Dra. María Luz Padilla del Rey, una de las participantes en la jornada, este es el principal reto. El Dr. Goicoechea, sin embargo, matizó: “Creo que el problema no es tanto comunicarnos como entendernos, es decir, comprender la función que cumple cada disciplina en el abordaje del dolor”.

Dicho esto, la desconexión no es privativa del tratamiento del dolor, sino que es el principal problema del sistema sanitario en su conjunto –con perdón de la falta de financiación y el exceso de burocracia–, y no digamos de la necesaria y urgente coordinación entre la sanidad y los servicios sociales en esta época de poblaciones cada vez más envejecidas, es decir, felizmente longevas y tristemente achacosas.

Una invisibilización multifactorial y terrible

Sin perder de vista que viven más años, pero con más achaques, la discriminación que sufren las mujeres en la sanidad y en el dolor se podría entender como la suma de la falta de una sanidad basada en especialidades, y no en personas/pacientes, y el machismo estructural. De otra forma, no se entendería esta situación de desventaja. “Ya sabíamos que el dolor es distinto en las mujeres, pero no hacíamos nada”, reconocía la Dra. Elena Catalá, médica anestesióloga y directora de la Unidad de Dolor del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona) durante el evento de la SED.

Precisamente por eso, para contribuir a terminar con este agravio, Català y un grupo de profesionales de distintas y diversas áreas han puesto en marcha la plataforma Mujer y Dolor que, en su página web explica: “Esta situación justifica la necesidad de profundizar en el conocimiento del desarrollo de dolor crónico y sus mecanismos bio-psico-sociales, con un análisis mas concreto de su impacto en términos de salud pública y oportunidad social en relación al género”.

La página incluye una sección de documentación y vídeos de ponencias muy interesante. Uno de ellos, de la propia Elena Català, explica de forma muy sintética no solo las diferencias biológicas que desarrolló el Dr. Goicoechea en la jornada #TuDolorImporta. Sin Género de Dudas de la SED, sino también de las particularidades psicológicas y sociales. Todas ellas “explican el riesgo aumentado a padecer dolor crónico de las mujeres y al mismo tiempo actúan como factores que magnifican la percepción del dolor”. 

Como una pescadilla que se muerde la cola, esos factores están relacionados y se retroalimentan. Por una parte, los factores psicológicos están ligados a una mayor presencia de los trastornos de ansiedad y depresión entre las mujeres con dolor crónico, pero, como aclara la doctora, “no está claro si el dolor es causa o efecto, lo que sí sabemos es que la ansiedad y la depresión magnifican la intensidad del dolor”.

Por otra parte, los factores sociales tienen mucho que ver con los roles de género, en gran medida relacionados con los cuidados: “Las mujeres cuidadoras duermen menos horas y con mala calidad de sueño. Además, está comprobado que realizan menos actividad física recreativa –subraya, poniendo énfasis en la palabra ‘recreativa’–, lo que significa disponer de menos momentos para el esparcimiento, lo que deriva en ansiedad y depresión que, a su vez, magnifican el dolor. Con la edad, además, esa falta de sueño y de ejercicio resulta en mayores índices de obesidad, que conlleva, entre otras comorbilidades, un aumento de los procesos degenerativos músculoesqueléticos dolorosos y de los trastornos de ansiedad y depresión, que también magnifican el dolor”.

Si añadimos la escasez de unidades especializadas en dolor –solo 183 de los 800 hospitales de alta complejidad de la sanidad pública española cuentan con una, y no todas cumplen los requisitos necesarios para llamarlas multidisciplinares– y el ‘clásico’ ninguneo del sufrimiento femenino a todo este cúmulo de desventajas, llegamos a la radiografía completa del via crucis que todavía experimentan las mujeres en la de por sí dura y complicada convivencia con el dolor crónico.

La infografía que reproducimos en este espacio detalla muy bien todos estos detalles y, desde luego, deja clara la pertinencia de la jornada que ha dedicado la Sociedad Española de Dolor a la urgencia de llevar el conocimiento a la práctica, efectivamente, pero con perspectiva de género.

* Ilustramos este artículo con una foto de Elina Arāja, :disponible en Pexels. La infografía sobre mujer y dolor es cortesía de la SED.