La osteoporosis hace estragos y no queremos verlo

La osteoporosis hace estragos y no queremos verlo

Se dice que es una enfermedad silenciosa porque no produce síntomas hasta que es grave y los huesos se han vuelto tan débiles que se quiebran con cualquier golpe o caída. Pese a que las pruebas diagnósticas son sencillas y los tratamientos preventivos eficaces cuando se coge a tiempo, lo cierto es que la osteoporosis no se suele detectar hasta que ha habido una fractura por fragilidad, un evento que genera mucho sufrimiento, merma la calidad de vida y ocasiona tremendos gastos, tanto directos como indirectos. Como ni siquiera entonces se garantiza el mejor abordaje terapéutico, profesionales y pacientes, la mayoría mujeres, se han unido en la campaña Rompe las estadísticas, no tus huesos para mejorar el conocimiento y exigir una respuesta sanitaria integral. 

La osteoporosis hace estragos y no queremos verlo. Así lo demuestra el contraste entre unas cifras de escalofrío y lo poco que se habla sobre esta enfermedad degenerativa que, en sus casos graves, debilita tanto los huesos que cualquier golpe o caída puede quebrarlos –en algunos casos toser con fuerza es suficiente–, causando las llamadas fracturas osteoporóticas o por fragilidad.

Se calcula que afecta a casi tres millones de personas solo en España y causa en torno a 330.000 de fracturas por fragilidad al año, lo que supone una fractura cada dos minutos, 37,5 a la hora y 904 al día. Estas fracturas suponen la cuarta enfermedad crónica de mayor impacto y su incidencia podría haber aumentado un 27% en 2030, hasta alcanzar los 420.000 casos anuales, debido al progresivo envejecimiento de la población. Como en tantos otros procesos degenerativos, la edad es el principal factor de riesgo, seguida muy de cerca por el sexo: el 79,2% de las personas afectadas son mujeres. A partir de los 50 años, el 22,6% de las mujeres y el 6,8% de los hombres tienen osteoporosis, lo que supone el 5,4% de la población total y genera un gasto equivalente al 3,8% del presupuesto sanitario total, según datos de Scope 21, el último informe europeo de la Fundación Internacional de la Osteoporosis, que recoge datos de 2019.

Además, las fracturas de cadera y columna vertebral en adultos mayores –las más comunes en las personas con osteoporosis, junto con las roturas de muñeca–  son una importante causa de morbilidad y mortalidad. En concreto, las personas mayores que sufren una fractura de cadera por fragilidad tienen entre un 25 y un 30% de probabilidades de fallecer durante los 12 meses siguientes a ser operadas, dependiendo de su estado de salud general y del tiempo que tarden en ser intervenidas (hacerlo antes de 48 horas se considera un estándar de calidad asistencial).

Sin embargo, algo está fallando en la prevención y el abordaje de este importante problema de salud pública, puesto que el 80% de las personas que han sufrido al menos una fractura por fragilidad no son correctamente identificadas y no reciben el diagnóstico ni el tratamiento multidisciplinar que necesitan. Como consecuencia, existe una gran carga de dolor y discapacidad asociada a esta patología y solo el 40% de las y los pacientes recupera la autonomía, la independencia y la calidad de vida previas a estas fracturas, que se estima responsables de la pérdida de 12 años de vida ajustados por discapacidad por cada 1.000 personas mayores de 50 que las sufren, hasta 3.960 años de vida anuales perdidos solo en España.

Pese a estos datos, la osteoporosis es una enfermedad casi invisible. Según Scope 21, el 64% de las mujeres elegibles para el tratamiento de la osteoporosis permanecía sin él, lo que, en números redondos, suponía 1.171.000 mujeres, frente a las 656.000 mujeres adecuadamente tratadas. Con el objetivo de revertir esta dramática situación, en beneficio de las personas afectadas y de la sociedad en su conjunto, asociaciones de pacientes y profesionales sanitarios, se han unido para presentar la campaña Rompe las estadísticas, no tus huesosLa campaña pone el foco en la prevención, a través del conocimiento de las graves repercusiones de las fracturas por fragilidad.

La iniciativa está promovida por la Fundación Hispana de Osteoporosis y Enfermedades Óseas (Fhoemo), la Sociedad Española de Investigación Ósea y Metabolismo Mineral (Seiomm) y la Asociación Española con la Osteoporosis y la Artrosis (Aecosar), con la colaboración de la biofarmacéutica UCB y la biotecnológica Amgen. Con el fin de aumentar el impacto y la visibilidad de la campaña, además de garantizarle un carácter anual, se ha creado un lazo de yute que representa la porosidad de los huesos que genera la osteoporosis. Un lazo que aspira a convertirse en un símbolo inequívoco de la relevancia y las necesidades no cubiertas de esta enfermedad, al estilo del lazo rojo del VIH y el lazo rosa del cáncer de mama.

Dos claves: diagnóstico precoz y abordaje multidisciplinar

Las entidades promotoras de la campaña quieren transmitir que las estadísticas se pueden revertir e insisten en la necesidad de priorizar el tratamiento de la osteoporosis y las fracturas por fragilidad, para poder diagnosticarlas y actuar a tiempo, especialmente en mujeres posmenopáusicas con osteoporosis grave.

“Con #RompeLasEstadísticasNoTusHuesos queremos sensibilizar sobre el grave impacto que tienen las fracturas por fragilidad en las pacientes con osteoporosis. Es necesario llamar la atención de todos los actores implicados, desde las instituciones públicas o los gestores sanitarios hasta las propias pacientes, familiares y profesionales para tomar las medidas necesarias y cambiar esta situación. El mensaje que queremos dar es que podemos romper las estadísticas si nos involucramos todos”, afirma el Dr. Santiago Palacios, presidente de Fhoemo.

La osteoporosis es asintomática en sus fases iniciales, pero para muchas personas pasa desapercibida incluso en fases avanzadas, hasta que se produce la primera fractura. Por tanto, aunque existe un método muy eficaz para detectarla tempranamente, la densitometría ósea, el infradiagnóstico de la osteoporosis grave dificulta que las y los pacientes puedan recibir un tratamiento precoz.

Sin embargo, el problema es todavía peor, ya que, como señala el Dr. Josep Vergés, presidente de Aecosar, “cuando una persona sufre un infarto, sale del hospital con un tratamiento adecuado para reducir nuevos eventos, mientras que bastantes pacientes que han sufrido una primera fractura por fragilidad reciben el alta sin contar con un tratamiento, a pesar de que hay terapias que reducen el riesgo de sufrir nuevas fracturas. Para romper las estadísticas, es fundamental que aprendamos a trabajar conjuntamente para prevenir las fracturas secundarias. Tenemos que identificar a las pacientes con osteoporosis grave, hacerles un seguimiento estrecho y consensuar con ellas la opción de tratamiento más adecuada”.

Un modelo: las unidades de coordinación de fracturas

Junto al diagnóstico y el tratamiento precoz, el compromiso terapéutico de las pacientes contribuye a mejorar su calidad de vida y se calcula que evita en torno al 25% de las posibilidades de sufrir fracturas de repetición. Este compromiso no se refiere únicamente a seguir un tratamiento farmacológico, sino que implica un cambio de hábitos y exige acondicionar el hogar para minimizar el riesgo de golpes y caídas. Además, la atención sanitaria debería ser mucho más completa y específica que la que actualmente se ofrece, incluyendo cuidados de enfermería, fisioterapia y psicoterapia cuando fuese necesario.

Llama la atención la práctica ausencia de datos sobre el impacto de los determinantes sociales de la salud en el desarrollo de osteoporosis grave y en las fracturas por fragilidad, especialmente las de repetición

Ya existe un modelo: las unidades de coordinación de fracturas, también conocidas como FLS (Fracture Liason Services), que garantizan la atención integral y multidisciplinar de los pacientes que han sufrido una fractura osteoporótica, con el objetivo de prevenir que se repita. Además de los indudables beneficios que este tipo de unidades proporcionan a las pacientes, se calcula que, pese al incremento de costes sanitarios directos que podría suponer su implementación, se produciría un ahorro anual neto de al menos 18,4 millones de euros.

En la actualidad, las 330.000 fracturas por fragilidad de 2017 significaron un coste sanitario total de 4.200 millones de euros. Según las previsiones, que tienen en cuenta el aumento casi exponencial de la población mayor, este gasto anual aumentará más de un 30% hasta 2030, alcanzando los 5.500 millones de euros. Sin embargo, aunque ya hay más de 80 FLS en España, y otras 20 están en proceso de acreditación, son claramente insuficientes, ya que menos del 20% de los grandes hospitales seguirán careciendo de una cuando se haya acreditado esa última veintena.

El Dr. Guillermo Martínez, presidente de Seiomm, sostiene que “fomentar la creación de unidades de coordinación de fracturas en todos los hospitales nos permitiría mejorar las cifras de diagnóstico, además de disminuir la importante carga económica y psicológica que suponen. Este tipo de unidades están formadas por equipos multidisciplinares que permiten abordar la osteoporosis y las fracturas por fragilidad en toda su dimensión. Estamos ante una tarea que no solo está en manos de profesionales de la salud y pacientes, sino que exige el compromiso de las administraciones públicas”. 

Por su parte, Raquel Sánchez, paciente con osteoporosis y representante de Aecosar, explica que “es imprescindible que la sociedad sepa que las fracturas por fragilidad van ligadas a la dependencia y a una peor calidad de vida en personas que todavía podrían ser activas, una realidad muy desconocida para la gran mayoría de la población. Nos ponemos de forma simbólica un lazo de yute representando la porosidad de nuestros huesos para que la sociedad sepa lo incapacitantes que son estas fracturas. Las pacientes necesitamos disponer de más información, de la mejor atención en las distintas fases de la enfermedad y de un acceso rápido a los nuevos tratamientos”.

Causas, factores de riesgo y un territorio inexplorado

El envejecimiento provoca una pérdida progresiva de densidad ósea, pero este desgaste no llega a ser un problema clínico en todas las personas. Como ocurre con todos los sistemas del organismo, los huesos están en constante proceso de renovación: se desarrolla nueva materia ósea al tiempo que se descompone la vieja. Durante el crecimiento, el desarrollo de nuevo hueso es más veloz que la descomposición del viejo, por lo que aumenta la masa ósea. Después de los 20 años, este proceso se hace más lento y la mayoría de las personas alcanzan su masa ósea máxima en torno a los 30 años, cuando, poco a poco, las pérdidas empiezan a superar a las ganancias.

En las mujeres, especialmente las de raza blanca y las asiáticas, el proceso de disminución de la masa ósea se acelera tras la menopausia, como resultado de los cambios hormonales, momento en el que sería óptimo acceder a una densitometría –una prueba médica eficaz, indolora y muy coste-efectiva que, sin embargo, no se practica de forma sistemática– y a una analítica completa para evaluar los niveles de calcio y vitamina D, cuyo déficit, por otra parte muy habitual, es uno de los principales factores de riesgo de la osteoporosis.

Además, la probabilidad de desarrollar esta patología, que en sus formas más graves da lugar a huesos porosos y peligrosamente quebradizos, depende en parte de cuanta masa ósea se haya acumulado hasta la juventud: cuanto más elevado sea el pico máximo de densidad ósea, más hueso ‘de reserva’ tendrá una persona en la edad adulta y menor será la probabilidad de que desarrolle osteoporosis al envejecer. Aunque es una enfermedad con cierto componente hereditario, la alimentación juega un papel fundamental durante toda la vida, pero muy especialmente en los primeros 20 años de vida y a partir de los 50.

También son factores de riesgo los trastornos de la conducta alimentaria, fundamentalmente la anorexia, los problemas de tiroides y las enfermedades que dificultan la absorción de nutrientes, como la celiaquía, las enfermedades intestinales inflamatorias, el cáncer o las insuficiencias renal y hepática. Además, el consumo prolongado de corticoides por vía oral o inyectados está relacionado con una mayor pérdida de masa ósea. Por último, pero no menos importante, el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol impactan muy negativamente sobre la salud de los huesos.

En conjunto, se recomienda que las mujeres acudan a la consulta de atención primaria en el periodo perimenopáusico para que se valore su salud ósea, especialmente si existen antecedentes familiares de osteoporosis o de fracturas frecuentes a edades avanzadas (osteoporosis grave no diagnosticada). Aunque la prevención no es flor de un día, sino una carrera de fondo, nunca es tarde para adoptar una alimentación saludable, aumentar la actividad física, combinando ejercicios aeróbicos con ejercicios de fuerza, tomar un suplemento de vitamina D si se detecta un déficit en una analítica y acceder a un tratamiento farmacológico específico si es necesario, siempre por prescripción médica especializada.

Finalmente, llama la atención la práctica ausencia de datos sobre el impacto de los determinantes sociales de la salud en el desarrollo de osteoporosis grave –sin ir más lejos, una alimentación deficitaria, mucho más frecuente en familias de ingresos bajos, es un factor de riesgo evidente– y en las fracturas por fragilidad, especialmente las de repetición. Por ejemplo, a las pacientes se les aconseja que adapten su domicilio tras una primera fractura, con especial énfasis en el cuarto de baño, escenario de un porcentaje muy importante de golpes y caídas, pero ni el sistema sanitario ni los servicios sociales cubren el 100% de la inversión, ni siquiera a las personas que viven por debajo del umbral de la pobreza. Solo se les reembolsa parte de la inversión tras los consiguientes trámites burocráticos y con diferencias entre comunidades autónomas. Por tanto, no es disparatado deducir que quienes no pueden acondicionar sus hogares tienen más riesgo de sufrir nuevas fracturas. En la osteoporosis, como en todo, algunas personas lo tienen más fácil que otras.

* La imagen que ilustra esta noticia es de Otto Norin y está disponible en Unsplash.

Se dice que es una enfermedad silenciosa porque no produce síntomas hasta que es grave y los huesos se han vuelto tan débiles que se quiebran con cualquier golpe o caída. Pese a que las pruebas diagnósticas son sencillas y los tratamientos preventivos eficaces cuando se coge a tiempo, lo cierto es que la osteoporosis no se suele detectar hasta que ha habido una fractura por fragilidad, un evento que genera mucho sufrimiento, merma la calidad de vida y ocasiona tremendos gastos, tanto directos como indirectos. Como ni siquiera entonces se garantiza el mejor abordaje terapéutico, profesionales y pacientes, la mayoría mujeres, se han unido en la campaña Rompe las estadísticas, no tus huesos para mejorar el conocimiento y exigir una respuesta sanitaria integral.

La osteoporosis hace estragos y no queremos verlo. Así lo demuestra el contraste entre unas cifras de escalofrío y lo poco que se habla sobre esta enfermedad degenerativa que, en sus casos graves, debilita tanto los huesos que cualquier golpe o caída puede quebrarlos –en algunos casos toser con fuerza es suficiente–, causando las llamadas fracturas osteoporóticas o por fragilidad.

Se calcula que afecta a casi tres millones de personas solo en España y causa en torno a 330.000 de fracturas por fragilidad al año, lo que supone una fractura cada dos minutos, 37,5 a la hora y 904 al día. Estas fracturas suponen la cuarta enfermedad crónica de mayor impacto y su incidencia podría haber aumentado un 27% en 2030, hasta alcanzar los 420.000 casos anuales, debido al progresivo envejecimiento de la población. Como en tantos otros procesos degenerativos, la edad es el principal factor de riesgo, seguida muy de cerca por el sexo: el 79,2% de las personas afectadas son mujeres. A partir de los 50 años, el 22,6% de las mujeres y el 6,8% de los hombres tienen osteoporosis, lo que supone el 5,4% de la población total y genera un gasto equivalente al 3,8% del presupuesto sanitario total, según datos de Scope 21, el último informe europeo de la Fundación Internacional de la Osteoporosis, que recoge datos de 2019.

Además, las fracturas de cadera y columna vertebral en adultos mayores –las más comunes en las personas con osteoporosis, junto con las roturas de muñeca–  son una importante causa de morbilidad y mortalidad. En concreto, las personas mayores que sufren una fractura de cadera por fragilidad tienen entre un 25 y un 30% de probabilidades de fallecer durante los 12 meses siguientes a ser operadas, dependiendo de su estado de salud general y del tiempo que tarden en ser intervenidas (hacerlo antes de 48 horas se considera un estándar de calidad asistencial).

Sin embargo, algo está fallando en la prevención y el abordaje de este importante problema de salud pública, puesto que el 80% de las personas que han sufrido al menos una fractura por fragilidad no son correctamente identificadas y no reciben el diagnóstico ni el tratamiento multidisciplinar que necesitan. Como consecuencia, existe una gran carga de dolor y discapacidad asociada a esta patología y solo el 40% de las y los pacientes recupera la autonomía, la independencia y la calidad de vida previas a estas fracturas, que se estima responsables de la pérdida de 12 años de vida ajustados por discapacidad por cada 1.000 personas mayores de 50 que las sufren, hasta 3.960 años de vida anuales perdidos solo en España.

Pese a estos datos, la osteoporosis es una enfermedad casi invisible. Según Scope 21, el 64% de las mujeres elegibles para el tratamiento de la osteoporosis permanecía sin él, lo que, en números redondos, suponía 1.171.000 mujeres, frente a las 656.000 mujeres adecuadamente tratadas. Con el objetivo de revertir esta dramática situación, en beneficio de las personas afectadas y de la sociedad en su conjunto, asociaciones de pacientes y profesionales sanitarios, se han unido para presentar la campaña Rompe las estadísticas, no tus huesosLa campaña pone el foco en la prevención, a través del conocimiento de las graves repercusiones de las fracturas por fragilidad.

La iniciativa está promovida por la Fundación Hispana de Osteoporosis y Enfermedades Óseas (Fhoemo), la Sociedad Española de Investigación Ósea y Metabolismo Mineral (Seiomm) y la Asociación Española con la Osteoporosis y la Artrosis (Aecosar), con la colaboración de la biofarmacéutica UCB y la biotecnológica Amgen. Con el fin de aumentar el impacto y la visibilidad de la campaña, además de garantizarle un carácter anual, se ha creado un lazo de yute que representa la porosidad de los huesos que genera la osteoporosis. Un lazo que aspira a convertirse en un símbolo inequívoco de la relevancia y las necesidades no cubiertas de esta enfermedad, al estilo del lazo rojo del VIH y el lazo rosa del cáncer de mama.

Dos claves: diagnóstico precoz y abordaje multidisciplinar

Las entidades promotoras de la campaña quieren transmitir que las estadísticas se pueden revertir e insisten en la necesidad de priorizar el tratamiento de la osteoporosis y las fracturas por fragilidad, para poder diagnosticarlas y actuar a tiempo, especialmente en mujeres posmenopáusicas con osteoporosis grave.

“Con #RompeLasEstadísticasNoTusHuesos queremos sensibilizar sobre el grave impacto que tienen las fracturas por fragilidad en las pacientes con osteoporosis. Es necesario llamar la atención de todos los actores implicados, desde las instituciones públicas o los gestores sanitarios hasta las propias pacientes, familiares y profesionales para tomar las medidas necesarias y cambiar esta situación. El mensaje que queremos dar es que podemos romper las estadísticas si nos involucramos todos”, afirma el Dr. Santiago Palacios, presidente de Fhoemo.

La osteoporosis es asintomática en sus fases iniciales, pero para muchas personas pasa desapercibida incluso en fases avanzadas, hasta que se produce la primera fractura. Por tanto, aunque existe un método muy eficaz para detectarla tempranamente, la densitometría ósea, el infradiagnóstico de la osteoporosis grave dificulta que las y los pacientes puedan recibir un tratamiento precoz.

Sin embargo, el problema es todavía peor, ya que, como señala el Dr. Josep Vergés, presidente de Aecosar, “cuando una persona sufre un infarto, sale del hospital con un tratamiento adecuado para reducir nuevos eventos, mientras que bastantes pacientes que han sufrido una primera fractura por fragilidad reciben el alta sin contar con un tratamiento, a pesar de que hay terapias que reducen el riesgo de sufrir nuevas fracturas. Para romper las estadísticas, es fundamental que aprendamos a trabajar conjuntamente para prevenir las fracturas secundarias. Tenemos que identificar a las pacientes con osteoporosis grave, hacerles un seguimiento estrecho y consensuar con ellas la opción de tratamiento más adecuada”.

Un modelo: las unidades de coordinación de fracturas

Junto al diagnóstico y el tratamiento precoz, el compromiso terapéutico de las pacientes contribuye a mejorar su calidad de vida y se calcula que evita en torno al 25% de las posibilidades de sufrir fracturas de repetición. Este compromiso no se refiere únicamente a seguir un tratamiento farmacológico, sino que implica un cambio de hábitos y exige acondicionar el hogar para minimizar el riesgo de golpes y caídas. Además, la atención sanitaria debería ser mucho más completa y específica que la que actualmente se ofrece, incluyendo cuidados de enfermería, fisioterapia y psicoterapia cuando fuese necesario.

Llama la atención la práctica ausencia de datos sobre el impacto de los determinantes sociales de la salud en el desarrollo de osteoporosis grave y en las fracturas por fragilidad, especialmente las de repetición

Ya existe un modelo: las unidades de coordinación de fracturas, también conocidas como FLS (Fracture Liason Services), que garantizan la atención integral y multidisciplinar de los pacientes que han sufrido una fractura osteoporótica, con el objetivo de prevenir que se repita. Además de los indudables beneficios que este tipo de unidades proporcionan a las pacientes, se calcula que, pese al incremento de costes sanitarios directos que podría suponer su implementación, se produciría un ahorro anual neto de al menos 18,4 millones de euros.

En la actualidad, las 330.000 fracturas por fragilidad de 2017 significaron un coste sanitario total de 4.200 millones de euros. Según las previsiones, que tienen en cuenta el aumento casi exponencial de la población mayor, este gasto anual aumentará más de un 30% hasta 2030, alcanzando los 5.500 millones de euros. Sin embargo, aunque ya hay más de 80 FLS en España, y otras 20 están en proceso de acreditación, son claramente insuficientes, ya que menos del 20% de los grandes hospitales seguirán careciendo de una cuando se haya acreditado esa última veintena.

El Dr. Guillermo Martínez, presidente de Seiomm, sostiene que “fomentar la creación de unidades de coordinación de fracturas en todos los hospitales nos permitiría mejorar las cifras de diagnóstico, además de disminuir la importante carga económica y psicológica que suponen. Este tipo de unidades están formadas por equipos multidisciplinares que permiten abordar la osteoporosis y las fracturas por fragilidad en toda su dimensión. Estamos ante una tarea que no solo está en manos de profesionales de la salud y pacientes, sino que exige el compromiso de las administraciones públicas”. 

Por su parte, Raquel Sánchez, paciente con osteoporosis y representante de Aecosar, explica que “es imprescindible que la sociedad sepa que las fracturas por fragilidad van ligadas a la dependencia y a una peor calidad de vida en personas que todavía podrían ser activas, una realidad muy desconocida para la gran mayoría de la población. Nos ponemos de forma simbólica un lazo de yute representando la porosidad de nuestros huesos para que la sociedad sepa lo incapacitantes que son estas fracturas. Las pacientes necesitamos disponer de más información, de la mejor atención en las distintas fases de la enfermedad y de un acceso rápido a los nuevos tratamientos”.

Causas, factores de riesgo y un territorio inexplorado

El envejecimiento provoca una pérdida progresiva de densidad ósea, pero este desgaste no llega a ser un problema clínico en todas las personas. Como ocurre con todos los sistemas del organismo, los huesos están en constante proceso de renovación: se desarrolla nueva materia ósea al tiempo que se descompone la vieja. Durante el crecimiento, el desarrollo de nuevo hueso es más veloz que la descomposición del viejo, por lo que aumenta la masa ósea. Después de los 20 años, este proceso se hace más lento y la mayoría de las personas alcanzan su masa ósea máxima en torno a los 30 años, cuando, poco a poco, las pérdidas empiezan a superar a las ganancias.

En las mujeres, especialmente las de raza blanca y las asiáticas, el proceso de disminución de la masa ósea se acelera tras la menopausia, como resultado de los cambios hormonales, momento en el que sería óptimo acceder a una densitometría –una prueba médica eficaz, indolora y muy coste-efectiva que, sin embargo, no se practica de forma sistemática– y a una analítica completa para evaluar los niveles de calcio y vitamina D, cuyo déficit, por otra parte muy habitual, es uno de los principales factores de riesgo de la osteoporosis.

Además, la probabilidad de desarrollar esta patología, que en sus formas más graves da lugar a huesos porosos y peligrosamente quebradizos, depende en parte de cuanta masa ósea se haya acumulado hasta la juventud: cuanto más elevado sea el pico máximo de densidad ósea, más hueso ‘de reserva’ tendrá una persona en la edad adulta y menor será la probabilidad de que desarrolle osteoporosis al envejecer. Aunque es una enfermedad con cierto componente hereditario, la alimentación juega un papel fundamental durante toda la vida, pero muy especialmente en los primeros 20 años de vida y a partir de los 50.

También son factores de riesgo los trastornos de la conducta alimentaria, fundamentalmente la anorexia, los problemas de tiroides y las enfermedades que dificultan la absorción de nutrientes, como la celiaquía, las enfermedades intestinales inflamatorias, el cáncer o las insuficiencias renal y hepática. Además, el consumo prolongado de corticoides por vía oral o inyectados está relacionado con una mayor pérdida de masa ósea. Por último, pero no menos importante, el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol impactan muy negativamente sobre la salud de los huesos.

En conjunto, se recomienda que las mujeres acudan a la consulta de atención primaria en el periodo perimenopáusico para que se valore su salud ósea, especialmente si existen antecedentes familiares de osteoporosis o de fracturas frecuentes a edades avanzadas (osteoporosis grave no diagnosticada). Aunque la prevención no es flor de un día, sino una carrera de fondo, nunca es tarde para adoptar una alimentación saludable, aumentar la actividad física, combinando ejercicios aeróbicos con ejercicios de fuerza, tomar un suplemento de vitamina D si se detecta un déficit en una analítica y acceder a un tratamiento farmacológico específico si es necesario, siempre por prescripción médica especializada.

Finalmente, llama la atención la práctica ausencia de datos sobre el impacto de los determinantes sociales de la salud en el desarrollo de osteoporosis grave –sin ir más lejos, una alimentación deficitaria, mucho más frecuente en familias de ingresos bajos, es un factor de riesgo evidente– y en las fracturas por fragilidad, especialmente las de repetición. Por ejemplo, a las pacientes se les aconseja que adapten su domicilio tras una primera fractura, con especial énfasis en el cuarto de baño, escenario de un porcentaje muy importante de golpes y caídas, pero ni el sistema sanitario ni los servicios sociales cubren el 100% de la inversión, ni siquiera a las personas que viven por debajo del umbral de la pobreza. Solo se les reembolsa parte de la inversión tras los consiguientes trámites burocráticos y con diferencias entre comunidades autónomas. Por tanto, no es disparatado deducir que quienes no pueden acondicionar sus hogares tienen más riesgo de sufrir nuevas fracturas. En la osteoporosis, como en todo, algunas personas lo tienen más fácil que otras.

* La imagen que ilustra esta noticia es de Otto Norin y está disponible en Unsplash.

Se dice que es una enfermedad silenciosa porque no produce síntomas hasta que es grave y los huesos se han vuelto tan débiles que se quiebran con cualquier golpe o caída. Pese a que las pruebas diagnósticas son sencillas y los tratamientos preventivos eficaces cuando se coge a tiempo, lo cierto es que no se suele detectar hasta que ha habido una fractura por fragilidad, un evento que genera mucho sufrimiento, merma la calidad de vida y ocasiona tremendos gastos, tanto directos como indirectos. Como ni siquiera entonces se garantiza el mejor abordaje terapéutico, profesionales y pacientes, la mayoría mujeres, se han unido en la campaña Rompe las estadísticas, no tus huesos para mejorar el conocimiento y exigir una respuesta sanitaria integral.

La osteoporosis hace estragos y no queremos verlo. Así lo demuestra el contraste entre unas cifras de escalofrío y lo poco que se habla sobre esta enfermedad degenerativa que, en sus casos graves, debilita tanto los huesos que cualquier golpe o caída puede quebrarlos –en algunos casos toser con fuerza es suficiente–, causando las llamadas fracturas osteoporóticas o por fragilidad.

Se calcula que afecta a casi tres millones de personas solo en España y causa en torno a 330.000 de fracturas por fragilidad al año, lo que supone una fractura cada dos minutos, 37,5 a la hora y 904 al día. Estas fracturas suponen la cuarta enfermedad crónica de mayor impacto y su incidencia podría haber aumentado un 27% en 2030, hasta alcanzar los 420.000 casos anuales, debido al progresivo envejecimiento de la población. Como en tantos otros procesos degenerativos, la edad es el principal factor de riesgo, seguida muy de cerca por el sexo: el 79,2% de las personas afectadas son mujeres. A partir de los 50 años, el 22,6% de las mujeres y el 6,8% de los hombres tienen osteoporosis, lo que supone el 5,4% de la población total y genera un gasto equivalente al 3,8% del presupuesto sanitario total, según datos de Scope 21, el último informe europeo de la Fundación Internacional de la Osteoporosis, que recoge datos de 2019.

Además, las fracturas de cadera y columna vertebral en adultos mayores –las más comunes en las personas con osteoporosis, junto con las roturas de muñeca–  son una importante causa de morbilidad y mortalidad. En concreto, las personas mayores que sufren una fractura de cadera por fragilidad tienen entre un 25 y un 30% de probabilidades de fallecer durante los 12 meses siguientes a ser operadas, dependiendo de su estado de salud general y del tiempo que tarden en ser intervenidas (hacerlo antes de 48 horas se considera un estándar de calidad asistencial).

Sin embargo, algo está fallando en la prevención y el abordaje de este importante problema de salud pública, puesto que el 80% de las personas que han sufrido al menos una fractura por fragilidad no son correctamente identificadas y no reciben el diagnóstico ni el tratamiento multidisciplinar que necesitan. Como consecuencia, existe una gran carga de dolor y discapacidad asociada a esta patología y solo el 40% de las y los pacientes recupera la autonomía, la independencia y la calidad de vida previas a estas fracturas, que se estima responsables de la pérdida de 12 años de vida ajustados por discapacidad por cada 1.000 personas mayores de 50 que las sufren, hasta 3.960 años de vida anuales perdidos solo en España.

Pese a estos datos, la osteoporosis es una enfermedad casi invisible. Según Scope 21, el 64% de las mujeres elegibles para el tratamiento de la osteoporosis permanecía sin él, lo que, en números redondos, suponía 1.171.000 mujeres, frente a las 656.000 mujeres adecuadamente tratadas. Con el objetivo de revertir esta dramática situación, en beneficio de las personas afectadas y de la sociedad en su conjunto, asociaciones de pacientes y profesionales sanitarios, se han unido para presentar la campaña Rompe las estadísticas, no tus huesosLa campaña pone el foco en la prevención, a través del conocimiento de las graves repercusiones de las fracturas por fragilidad.

La iniciativa está promovida por la Fundación Hispana de Osteoporosis y Enfermedades Óseas (Fhoemo), la Sociedad Española de Investigación Ósea y Metabolismo Mineral (Seiomm) y la Asociación Española con la Osteoporosis y la Artrosis (Aecosar), con la colaboración de la biofarmacéutica UCB y la biotecnológica Amgen. Con el fin de aumentar el impacto y la visibilidad de la campaña, además de garantizarle un carácter anual, se ha creado un lazo de yute que representa la porosidad de los huesos que genera la osteoporosis. Un lazo que aspira a convertirse en un símbolo inequívoco de la relevancia y las necesidades no cubiertas de esta enfermedad, al estilo del lazo rojo del VIH y el lazo rosa del cáncer de mama.

Dos claves: diagnóstico precoz y abordaje multidisciplinar

Las entidades promotoras de la campaña quieren transmitir que las estadísticas se pueden revertir e insisten en la necesidad de priorizar el tratamiento de la osteoporosis y las fracturas por fragilidad, para poder diagnosticarlas y actuar a tiempo, especialmente en mujeres posmenopáusicas con osteoporosis grave.

“Con #RompeLasEstadísticasNoTusHuesos queremos sensibilizar sobre el grave impacto que tienen las fracturas por fragilidad en las pacientes con osteoporosis. Es necesario llamar la atención de todos los actores implicados, desde las instituciones públicas o los gestores sanitarios hasta las propias pacientes, familiares y profesionales para tomar las medidas necesarias y cambiar esta situación. El mensaje que queremos dar es que podemos romper las estadísticas si nos involucramos todos”, afirma el Dr. Santiago Palacios, presidente de Fhoemo.

La osteoporosis es asintomática en sus fases iniciales, pero para muchas personas pasa desapercibida incluso en fases avanzadas, hasta que se produce la primera fractura. Por tanto, aunque existe un método muy eficaz para detectarla tempranamente, la densitometría ósea, el infradiagnóstico de la osteoporosis grave dificulta que las y los pacientes puedan recibir un tratamiento precoz.

Sin embargo, el problema es todavía peor, ya que, como señala el Dr. Josep Vergés, presidente de Aecosar, “cuando una persona sufre un infarto, sale del hospital con un tratamiento adecuado para reducir nuevos eventos, mientras que bastantes pacientes que han sufrido una primera fractura por fragilidad reciben el alta sin contar con un tratamiento, a pesar de que hay terapias que reducen el riesgo de sufrir nuevas fracturas. Para romper las estadísticas, es fundamental que aprendamos a trabajar conjuntamente para prevenir las fracturas secundarias. Tenemos que identificar a las pacientes con osteoporosis grave, hacerles un seguimiento estrecho y consensuar con ellas la opción de tratamiento más adecuada”.

Un modelo: las unidades de coordinación de fracturas

Junto al diagnóstico y el tratamiento precoz, el compromiso terapéutico de las pacientes contribuye a mejorar su calidad de vida y se calcula que evita en torno al 25% de las posibilidades de sufrir fracturas de repetición. Este compromiso no se refiere únicamente a seguir un tratamiento farmacológico, sino que implica un cambio de hábitos y exige acondicionar el hogar para minimizar el riesgo de golpes y caídas. Además, la atención sanitaria debería ser mucho más completa y específica que la que actualmente se ofrece, incluyendo cuidados de enfermería, fisioterapia y psicoterapia cuando fuese necesario.

Llama la atención la práctica ausencia de datos sobre el impacto de los determinantes sociales de la salud en el desarrollo de osteoporosis grave y en las fracturas por fragilidad, especialmente las de repetición

Ya existe un modelo: las unidades de coordinación de fracturas, también conocidas como FLS (Fracture Liason Services), que garantizan la atención integral y multidisciplinar de los pacientes que han sufrido una fractura osteoporótica, con el objetivo de prevenir que se repita. Además de los indudables beneficios que este tipo de unidades proporcionan a las pacientes, se calcula que, pese al incremento de costes sanitarios directos que podría suponer su implementación, se produciría un ahorro anual neto de al menos 18,4 millones de euros.

En la actualidad, las 330.000 fracturas por fragilidad de 2017 significaron un coste sanitario total de 4.200 millones de euros. Según las previsiones, que tienen en cuenta el aumento casi exponencial de la población mayor, este gasto anual aumentará más de un 30% hasta 2030, alcanzando los 5.500 millones de euros. Sin embargo, aunque ya hay más de 80 FLS en España, y otras 20 están en proceso de acreditación, son claramente insuficientes, ya que menos del 20% de los grandes hospitales seguirán careciendo de una cuando se haya acreditado esa última veintena.

El Dr. Guillermo Martínez, presidente de Seiomm, sostiene que “fomentar la creación de unidades de coordinación de fracturas en todos los hospitales nos permitiría mejorar las cifras de diagnóstico, además de disminuir la importante carga económica y psicológica que suponen. Este tipo de unidades están formadas por equipos multidisciplinares que permiten abordar la osteoporosis y las fracturas por fragilidad en toda su dimensión. Estamos ante una tarea que no solo está en manos de profesionales de la salud y pacientes, sino que exige el compromiso de las administraciones públicas”. 

Por su parte, Raquel Sánchez, paciente con osteoporosis y representante de Aecosar, explica que “es imprescindible que la sociedad sepa que las fracturas por fragilidad van ligadas a la dependencia y a una peor calidad de vida en personas que todavía podrían ser activas, una realidad muy desconocida para la gran mayoría de la población. Nos ponemos de forma simbólica un lazo de yute representando la porosidad de nuestros huesos para que la sociedad sepa lo incapacitantes que son estas fracturas. Las pacientes necesitamos disponer de más información, de la mejor atención en las distintas fases de la enfermedad y de un acceso rápido a los nuevos tratamientos”.

Causas, factores de riesgo y un territorio inexplorado

El envejecimiento provoca una pérdida progresiva de densidad ósea, pero este desgaste no llega a ser un problema clínico en todas las personas. Como ocurre con todos los sistemas del organismo, los huesos están en constante proceso de renovación: se desarrolla nueva materia ósea al tiempo que se descompone la vieja. Durante el crecimiento, el desarrollo de nuevo hueso es más veloz que la descomposición del viejo, por lo que aumenta la masa ósea. Después de los 20 años, este proceso se hace más lento y la mayoría de las personas alcanzan su masa ósea máxima en torno a los 30 años, cuando, poco a poco, las pérdidas empiezan a superar a las ganancias.

En las mujeres, especialmente las de raza blanca y las asiáticas, el proceso de disminución de la masa ósea se acelera tras la menopausia, como resultado de los cambios hormonales, momento en el que sería óptimo acceder a una densitometría –una prueba médica eficaz, indolora y muy coste-efectiva que, sin embargo, no se practica de forma sistemática– y a una analítica completa para evaluar los niveles de calcio y vitamina D, cuyo déficit, por otra parte muy habitual, es uno de los principales factores de riesgo de la osteoporosis.

Además, la probabilidad de desarrollar esta patología, que en sus formas más graves da lugar a huesos porosos y peligrosamente quebradizos, depende en parte de cuanta masa ósea se haya acumulado hasta la juventud: cuanto más elevado sea el pico máximo de densidad ósea, más hueso ‘de reserva’ tendrá una persona en la edad adulta y menor será la probabilidad de que desarrolle osteoporosis al envejecer. Aunque es una enfermedad con cierto componente hereditario, la alimentación juega un papel fundamental durante toda la vida, pero muy especialmente en los primeros 20 años de vida y a partir de los 50.

También son factores de riesgo los trastornos de la conducta alimentaria, fundamentalmente la anorexia, los problemas de tiroides y las enfermedades que dificultan la absorción de nutrientes, como la celiaquía, las enfermedades intestinales inflamatorias, el cáncer o las insuficiencias renal y hepática. Además, el consumo prolongado de corticoides por vía oral o inyectados está relacionado con una mayor pérdida de masa ósea. Por último, pero no menos importante, el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol impactan muy negativamente sobre la salud de los huesos.

En conjunto, se recomienda que las mujeres acudan a la consulta de atención primaria en el periodo perimenopáusico para que se valore su salud ósea, especialmente si existen antecedentes familiares de osteoporosis o de fracturas frecuentes a edades avanzadas (osteoporosis grave no diagnosticada). Aunque la prevención no es flor de un día, sino una carrera de fondo, nunca es tarde para adoptar una alimentación saludable, aumentar la actividad física, combinando ejercicios aeróbicos con ejercicios de fuerza, tomar un suplemento de vitamina D si se detecta un déficit en una analítica y acceder a un tratamiento farmacológico específico si es necesario, siempre por prescripción médica especializada.

Finalmente, llama la atención la práctica ausencia de datos sobre el impacto de los determinantes sociales de la salud en el desarrollo de osteoporosis grave –sin ir más lejos, una alimentación deficitaria, mucho más frecuente en familias de ingresos bajos, es un factor de riesgo evidente– y en las fracturas por fragilidad, especialmente las de repetición. Por ejemplo, a las pacientes se les aconseja que adapten su domicilio tras una primera fractura, con especial énfasis en el cuarto de baño, escenario de un porcentaje muy importante de golpes y caídas, pero ni el sistema sanitario ni los servicios sociales cubren el 100% de la inversión, ni siquiera a las personas que viven por debajo del umbral de la pobreza. Solo se les reembolsa parte de la inversión tras los consiguientes trámites burocráticos y con diferencias entre comunidades autónomas. Por tanto, no es disparatado deducir que quienes no pueden acondicionar sus hogares tienen más riesgo de sufrir nuevas fracturas. En la osteoporosis, como en todo, algunas personas lo tienen más fácil que otras.

* La imagen que ilustra esta noticia es de Otto Norin y está disponible en Unsplash.