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Nuestra salud mental en datos que duelen

Si bien el 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental, defenderla como derecho es una carrera de fondo. Por eso en Doubledose hemos empezado una serie de artículos sobre ella fuera de fecha y con el más prosaico, el de las cifras. Aunque el complejo y amplio concepto de salud mental se escapa a cualquier reducción numérica, a sabiendas de que la eclosión de malestar que ha cristalizado la pandemia no se arregla solo con psicoterapia y a pesar de que las estadísticas que reflejamos aquí dejan fuera algunas realidades importantes, creemos que los datos informan con precisión. Es evidente que no están todos los que son, pero sí son todos los que están. Y duelen. 

Traducir la salud mental en datos permite vislumbrar la verdadera magnitud de una de las grandes epidemias de nuestro tiempo. En un momento en que se habla cada vez más abiertamente de su importancia, pero no se ha logrado articular un sistema de intervención sociosanitaria que garantice una atención suficiente e igualitaria, detenerse en la objetividad de las cifras mantiene alejado el sensacionalismo y recuerda el peligro de banalizar y la urgencia de actuar.

El pasado 10 de octubre, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, el Consejo General de la Psicología (COP) de España calificó la situación española de ‘abrumadora’. Recordó que una de cada tres personas presenta un caso probable de ansiedad y una de cada cuatro de depresión (COP, 2021); que unas 400.000 personas padecen un trastorno de la conducta alimentaria (Hospital Niño Jesús, 2015); que uno de cada diez estudiantes ha sido víctima de acoso en la escuela (Fundación ANAR, 2022); que se suicidan once personas al día y al menos otras 20 lo intentan (INE, 2020).

El Global Health Service Monitor 2022, elaborado por la consultora Ipsos, sitúa por primera vez la salud mental como segunda preocupación sanitaria a nivel mundial y, también por primera vez, por encima del cáncer. El 36% de las 23.507 personas entrevistadas, 1.000 de ellas en España, la mencionó cuando se le preguntó sobre los principales problemas de salud de la población de su país de origen. Este porcentaje supone un incremento del 5% respecto a 2021 y del 9% respecto a 2018. Cabe señalar también que el estrés ocupa el cuarto lugar del ranking de preocupaciones con un 26%, cinco puntos más que en 2021, reforzando la relevancia que otorga la ciudadanía a la salud mental.

Aegon Seguros ha presentado recientemente los resultados de la quinta edición del Estudio de Salud y Estilo de Vida, que dedica un capítulo completo a la salud emocional percibida. En conjunto, los datos no son malos, ya que la valoración media del bienestar psicológico en el último año es de 6,78 puntos, en una escala del 1 a 10, una puntuación similar a la del pasado año. No obstante, cabe resaltar que el 30,8% de las personas encuestadas considera que su salud mental ha empeorado en los últimos 12 meses, y únicamente el 11,3% advierte una una mejoría.

El estudio señala que cerca del 90% de los participantes afirma haber sufrido algún síntoma de depresión y ansiedad en el último año. Además, tanto en los casos probables de ansiedad como de depresión, estos síntomas han interferido algo (52,1%) o mucho (13,9%) en su vida cotidiana. El riesgo de ansiedad es el más elevado (27,9%), pero el riesgo de depresión (22,9%) y las ideaciones suicidas (21%) también alcanzan cifras muy relevantes.

El 28,8% de las mujeres y el 16,8% de los hombres cumplen los criterios de un caso probable de depresión. Los datos sugieren un mayor porcentaje de casos probables en los rangos de edad de 18-25 y 26-40 años que en los mayores de 67 (con un 13,3%). Además de ser notoriamente superior entre las mujeres, destacan las personas sin hijos y menores de 41 años. También se constata una relación entre este riesgo y la situación económica y laboral: quienes han perdido su trabajo, han estado en ERTE o afrontan un momento económico complicado registran porcentajes superiores.

El riesgo de suicidio es similar en ambos sexos, pero se observa la relevancia del factor edad: alcanza el 30,7% entre los 18 y los 25 años, y el 30% en las personas de entre 26 y 40. También influye la situación personal: el 27,7% de quienes han visto como su situación económica ha empeorado sustancialmente reconoce haber tenido ideaciones suicidas.

El Global Health Service Monitor 2022, elaborado por Ipsos, sitúa por primera vez la salud mental como segunda preocupación sanitaria a nivel mundial, superando al cáncer

La iniciativa The Global Burden of Diseases, Injuries and Risk Factors Study (Estudio sobre la Carga Global de Enfermedades, Lesiones y Factores de Riesgo), de la Universidad de Washington (Estados Unidos), cuantificó los efectos de la pandemia de Covid-19 en la salud mental en 2020 en un artículo publicado en la revista científica de impacto The Lancet en octubre de 2021. Se constata un incremento del 27.6% en el número de personas con trastornos depresivos graves o mayores y un 25.6% más de trastornos de ansiedad. Estos datos se traducen en un incremento de 10,7 millones de años de vida ajustados por discapacidad a nivel global (7,1 millones en mujeres y 3,6 millones en hombres) y en un incremento de 9.1 millones de años de vida ajustados por discapacidad en el mundo (6,2, millones en mujeres y 2,9 millones en hombres). Además, se registra un aumento de las tasas y los intentos de suicidio entre la gente joven de todo el mundo.

Mujeres, infancia y adolescencia, máxima vulnerabilidad

Según la última Encuesta Europea de Salud en España, publicada en 2020, la prevalencia de los trastornos depresivos en mujeres duplica la de los hombres: 7,1% frente a 3,5%. Además, por cada hombre con trastorno depresivo grave o mayor –es decir, incapacitante– hay 3,5 en mujeres que lo padecen.

Desafortunadamente, la pandemia ha exacerbado la brecha de género que también existe en salud mental, ya que sus consecuencias han impactado con una fuerza considerablemente mayor sobre las mujeres, que se han visto más afectadas tanto por los trastornos depresivos como por los trastornos de ansiedad, con un incremento del 29,8% de los primeros, versus el 24% de los hombres, y del 27,9% en los segundos, frente al 21,7% de los hombres.

El informe Headway, Índice de Salud Mental 2.0 2022 recuerda que este aumento desigual era previsible, debido al mayor impacto de las consecuencias sociales y económicas de la pandemia sobre las mujeres: mayor carga de cuidado y responsabilidades domésticas, menos ahorros –como consecuencia de contar con salarios más bajos– y más probabilidades de quedarse sin trabajo por tener empleos menos estables. El impacto fue especialmente intenso en los grupos de edad entre los 20 y los 50 años y las disparidades se fueron agravando a medida que evolucionaba la pandemia.

De acuerdo con las estimaciones mundiales, recogidas en el informe de Unicef Estado Mundial de la Infancia 2021. En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia, la prevalencia de problemas de salud mental diagnosticados en las y los adolescentes españoles de 10 a 19 años es del 20,8%. Este dato contrasta con el 16,3% del conjunto de la Unión Europea y el 13,2% a nivel global. Según el Barómetro Juvenil 2021 del Centro Reina Sofía de la FAD, el porcentaje de jóvenes con problemas de salud mental que les impiden desarrollar una vida plena ha pasado del 6,2% en 2017 al 16% en 2021.

Por otra parte, las niñas, niños y adolescentes que viven en hogares con bajos ingresos tienen una probabilidad cuatro veces mayor (12,8%) de sufrir trastornos mentales y/o de conducta que los que viven en hogares de renta alta (2,6%). Es significativo el modo en que les afectan las preocupaciones económicas y la incertidumbre laboral en sus familias: el porcentaje de niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales y/o de conducta se elevaba al 12,4% en hogares en los que la madre y/o el padre ya estaban en paro cuando estalló la pandemia, perdieron el trabajo durante la misma o tuvieron que afrontar un ERTE. El porcentaje se desciende al 2,9% en hogares en los que no hubo sobresaltos. Así lo recoge Crecer Saludable(mente). Un análisis sobre la salud mental y el suicidio en la infancia y la adolescencia, un informe publicado por la ONG Save the Children en 2021.

El suicidio sigue en línea ascendente

En 2020, último año del que hay estadísticas completas, se suicidaron 3.941 personas en España, según cifras oficiales publicadas por el Instituto Nacional de Estadística. El suicidio es la primera causa de muerte no natural en nuestro país, y su incidencia va en aumento: en 2020 se suicidaron 270 personas más que en 2019, lo que supone un incremento del 7,4%. Ya triplica el número de víctimas de accidentes de tráfico y es la primera causa de muerte en las personas jóvenes de 15 a 29 años. Además, genera un sufrimiento indescriptible en el entorno afectivo de quien se ha quitado la vida: se calcula que cada suicidio impacta terriblemente en la salud mental de al menos seis personas.

Según el Informe Mundial sobre Salud Mental, publicado por la OMS en junio de 2022, las personas con trastornos mentales graves mueren de 10 a 20 años antes que la población general

El teléfono 024, la línea habilitada por el Ministerio de Sanidad para la prevención del suicidio, ha atendido más de 55.000 llamadas en sus primeros cinco meses, del 10 de mayo al 10 de octubre de 2022. Esta cifra arroja un promedio de 360 llamadas diarias. En estos cinco meses, 2.000 llamadas al 024 han sido derivadas a los servicios de urgencias por su gravedad y 1.000 se corresponden con casos de riesgo muy alto o de suicidio en curso. Por tanto, el teléfono de atención al suicidio salva vidas y demuestra la eficacia de la prevención y la intervención temprana.

El impacto emocional de las enfermedades crónicas

El VI Barómetro EsCrónicos 2022, realizado por la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), sitúa la accesibilidad de la atención psicológica como una de las asignaturas pendientes de la sanidad española. El 44% de las personas con enfermedad crónica encuestadas considera que es muy escasa e inadecuada.

Mientras, el Estudio sobre el impacto emocional de la enfermedad crónica, presentado por la POP en octubre de 2021, señala que el 60% de las personas que conviven con una enfermedad crónica experimenta ansiedad a menudo o habitualmente, mientras al 48% afirma sentirse deprimido a menudo o habitualmente. Cuando se les pide que puntúen la intensidad del impacto emocional de su enfermedad en una escala del 1 al 10, siendo 10 la máxima intensidad posible, el 40% la sitúa entre 7 y 8, y el 34% entre 9 y 10.

Si tenemos en cuenta que más de 21 millones de personas de más de 15 años viven con una enfermedad crónica en España, estas cifras son apabullantes: estaríamos hablando de 12,6 millones de personas con síntomas frecuentes de ansiedad y de 10 millones de personas que se sienten deprimidas habitualmente. Además, la enfermedad crónica y sus consecuencias también deben ser estudiadas con perspectiva de género. Según el INE, el 49,3% de los hombres y el 59,1% de las mujeres de 15 y más años tienen alguna enfermedad o problema de salud crónico percibido, es decir, un 9,8% más de mujeres. Estos porcentajes se incrementan a medida que aumenta la edad, pero son superiores en las mujeres para todos los grupos de edad.

Discriminación y grandes carencias 

Según el Informe Mundial sobre Salud Mental, publicado por la Organización Mundial de la Salud en junio de 2022, las personas con trastornos mentales graves mueren de 10 a 20 años antes que la población general, la mayoría de las veces por enfermedades físicas prevenibles.

Este mismo informe proyecta unas pérdidas económicas anuales de 6.000 millones de euros en 2030 si no se mejora la asistencia a la salud mental de la población, incorporando una perspectiva tan humanista como comunitaria y, desde luego, igualitaria. La cifra de esta estimación es superior al coste sanitario conjunto de cáncer, diabetes y enfermedades respiratorias crónicas para el mismo año. A día de hoy, se calcula que los gastos directos e indirectos de los problemas de salud mental de la población española suponen el 4,2% del PIB.

En el I Foro Sinergias, organizado por la compañía farmacéutica Janssen y Es+ Salud Mental (antes Feafes Empleo), se contrapusieron dos datos que hablan por sí mismos: menos del 20% de las personas con discapacidad por motivos de salud mental logran acceder al empleo, pero el 75% considera que trabajar es una aspecto fundamental de la vida. Un estudio de Es+ Salud Mental de 2015 analizó el retorno económico de la contratación de una de estas personas mediante el método SROI (Retorno Social de las Inversiones) y las conclusiones no dejan lugar a dudas: por cada euro invertido se logra un retorno de 5,35 euros en beneficios para el conjunto de la sociedad.

En la actualidad, España tiene una ratio de seis psicólogas/os por cada 100.000 habitantes, muy por debajo de lo que se consideraría suficiente. La media de la Unión Europea se sitúa en 18 y alcanza 26 para el conjunto de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

Según el Consejo General de Psicología, la sanidad pública debería crear 7.090 nuevas plazas para alcanzar una ratio suficiente, de 20 profesionales por 100.000 habitantes, y poder ofrecer psicoterapia a las personas que la necesitan y con la frecuencia requerida, ya que actualmente hay listas de espera de meses para conseguir una primera cita y la cadencia de las consultas no se acerca ni remotamente a la periodicidad idónea de una cita semanal o, como mucho, cada dos semanas. La organización también subraya la doble inequidad a la que se enfrentan las personas con bajos ingresos: no solo son más vulnerables a los problemas de salud mental, sino que tienen un acceso muy restringido a la atención sanitaria en este ámbito, ya que no pueden permitirse acudir a consultas privadas.

Traducir la salud mental en datos permite vislumbrar la verdadera magnitud de una de las grandes epidemias de nuestro tiempo. En un momento en que se habla cada vez más abiertamente de su importancia, pero no se ha logrado articular un sistema de intervención sociosanitaria que garantice una atención suficiente e igualitaria, detenerse en la objetividad de las cifras mantiene alejado el sensacionalismo y recuerda el peligro de banalizar y la urgencia de actuar.

El pasado 10 de octubre, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, el Consejo General de la Psicología (COP) de España calificó la situación española de ‘abrumadora’. Recordó que una de cada tres personas presenta un caso probable de ansiedad y una de cada cuatro de depresión (COP, 2021); que unas 400.000 personas padecen un trastorno de la conducta alimentaria (Hospital Niño Jesús, 2015); que uno de cada diez estudiantes ha sido víctima de acoso en la escuela (Fundación ANAR, 2022); que se suicidan once personas al día y al menos otras 20 lo intentan (INE, 2020).

El Global Health Service Monitor 2022, elaborado por la consultora Ipsos, sitúa por primera vez la salud mental como segunda preocupación sanitaria a nivel mundial y, también por primera vez, por encima del cáncer. El 36% de las 23.507 personas entrevistadas, 1.000 de ellas en España, la mencionó cuando se le preguntó sobre los principales problemas de salud de la población de su país de origen. Este porcentaje supone un incremento del 5% respecto a 2021 y del 9% respecto a 2018. Cabe señalar también que el estrés ocupa el cuarto lugar del ranking de preocupaciones con un 26%, cinco puntos más que en 2021, reforzando la relevancia que otorga la ciudadanía a la salud mental.

Aegon Seguros ha presentado recientemente los resultados de la quinta edición del Estudio de Salud y Estilo de Vida, que dedica un capítulo completo a la salud emocional percibida. En conjunto, los datos no son malos, ya que la valoración media del bienestar psicológico en el último año es de 6,78 puntos, en una escala del 1 a 10, una puntuación similar a la del pasado año. No obstante, cabe resaltar que el 30,8% de las personas encuestadas considera que su salud mental ha empeorado en los últimos 12 meses, y únicamente el 11,3% advierte una una mejoría.

El estudio señala que cerca del 90% de los participantes afirma haber sufrido algún síntoma de depresión y ansiedad en el último año. Además, tanto en los casos probables de ansiedad como de depresión, estos síntomas han interferido algo (52,1%) o mucho (13,9%) en su vida cotidiana. El riesgo de ansiedad es el más elevado (27,9%), pero el riesgo de depresión (22,9%) y las ideaciones suicidas (21%) también alcanzan cifras muy relevantes.

El 28,8% de las mujeres y el 16,8% de los hombres cumplen los criterios de un caso probable de depresión. Los datos sugieren un mayor porcentaje de casos probables en los rangos de edad de 18-25 y 26-40 años que en los mayores de 67 (con un 13,3%). Además de ser notoriamente superior entre las mujeres, destacan las personas sin hijos y menores de 41 años. También se constata una relación entre este riesgo y la situación económica y laboral: quienes han perdido su trabajo, han estado en ERTE o afrontan un momento económico complicado registran porcentajes superiores.

El riesgo de suicidio es similar en ambos sexos, pero se observa la relevancia del factor edad: alcanza el 30,7% entre los 18 y los 25 años, y el 30% en las personas de entre 26 y 40. También influye la situación personal: el 27,7% de quienes han visto como su situación económica ha empeorado sustancialmente reconoce haber tenido ideaciones suicidas.

El Global Health Service Monitor 2022, elaborado por Ipsos, sitúa por primera vez la salud mental como segunda preocupación sanitaria a nivel mundial, superando al cáncer

La iniciativa The Global Burden of Diseases, Injuries and Risk Factors Study (Estudio sobre la Carga Global de Enfermedades, Lesiones y Factores de Riesgo), de la Universidad de Washington (Estados Unidos), cuantificó los efectos de la pandemia de Covid-19 en la salud mental en 2020 en un artículo publicado en la revista científica de impacto The Lancet en octubre de 2021. Se constata un incremento del 27.6% en el número de personas con trastornos depresivos graves o mayores y un 25.6% más de trastornos de ansiedad. Estos datos se traducen en un incremento de 10,7 millones de años de vida ajustados por discapacidad a nivel global (7,1 millones en mujeres y 3,6 millones en hombres) y en un incremento de 9.1 millones de años de vida ajustados por discapacidad en el mundo (6,2, millones en mujeres y 2,9 millones en hombres). Además, se registra un aumento de las tasas y los intentos de suicidio entre la gente joven de todo el mundo.

Mujeres, infancia y adolescencia, máxima vulnerabilidad

Según la última Encuesta Europea de Salud en España, publicada en 2020, la prevalencia de los trastornos depresivos en mujeres duplica la de los hombres: 7,1% frente a 3,5%. Además, por cada hombre con trastorno depresivo grave o mayor –es decir, incapacitante– hay 3,5 en mujeres que lo padecen.

Desafortunadamente, la pandemia ha exacerbado la brecha de género que también existe en salud mental, ya que sus consecuencias han impactado con una fuerza considerablemente mayor sobre las mujeres, que se han visto más afectadas tanto por los trastornos depresivos como por los trastornos de ansiedad, con un incremento del 29,8% de los primeros, versus el 24% de los hombres, y del 27,9% en los segundos, frente al 21,7% de los hombres.

El informe Headway, Índice de Salud Mental 2.0 2022 recuerda que este aumento desigual era previsible, debido al mayor impacto de las consecuencias sociales y económicas de la pandemia sobre las mujeres: mayor carga de cuidado y responsabilidades domésticas, menos ahorros –como consecuencia de contar con salarios más bajos– y más probabilidades de quedarse sin trabajo por tener empleos menos estables. El impacto fue especialmente intenso en los grupos de edad entre los 20 y los 50 años y las disparidades se fueron agravando a medida que evolucionaba la pandemia.

De acuerdo con las estimaciones mundiales, recogidas en el informe de Unicef Estado Mundial de la Infancia 2021. En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia, la prevalencia de problemas de salud mental diagnosticados en las y los adolescentes españoles de 10 a 19 años es del 20,8%. Este dato contrasta con el 16,3% del conjunto de la Unión Europea y el 13,2% a nivel global. Según el Barómetro Juvenil 2021 del Centro Reina Sofía de la FAD, el porcentaje de jóvenes con problemas de salud mental que les impiden desarrollar una vida plena ha pasado del 6,2% en 2017 al 16% en 2021.

Por otra parte, las niñas, niños y adolescentes que viven en hogares con bajos ingresos tienen una probabilidad cuatro veces mayor (12,8%) de sufrir trastornos mentales y/o de conducta que los que viven en hogares de renta alta (2,6%). Es significativo el modo en que les afectan las preocupaciones económicas y la incertidumbre laboral en sus familias: el porcentaje de niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales y/o de conducta se elevaba al 12,4% en hogares en los que la madre y/o el padre ya estaban en paro cuando estalló la pandemia, perdieron el trabajo durante la misma o tuvieron que afrontar un ERTE. El porcentaje se desciende al 2,9% en hogares en los que no hubo sobresaltos. Así lo recoge Crecer Saludable(mente). Un análisis sobre la salud mental y el suicidio en la infancia y la adolescencia, un informe publicado por la ONG Save the Children en 2021.

El suicidio sigue en línea ascendente

En 2020, último año del que hay estadísticas completas, se suicidaron 3.941 personas en España, según cifras oficiales publicadas por el Instituto Nacional de Estadística. El suicidio es la primera causa de muerte no natural en nuestro país, y su incidencia va en aumento: en 2020 se suicidaron 270 personas más que en 2019, lo que supone un incremento del 7,4%. Ya triplica el número de víctimas de accidentes de tráfico y es la primera causa de muerte en las personas jóvenes de 15 a 29 años. Además, genera un sufrimiento indescriptible en el entorno afectivo de quien se ha quitado la vida: se calcula que cada suicidio impacta terriblemente en la salud mental de al menos seis personas.

Según el Informe Mundial sobre Salud Mental, publicado por la OMS en junio de 2022, las personas con trastornos mentales graves mueren de 10 a 20 años antes que la población general

El teléfono 024, la línea habilitada por el Ministerio de Sanidad para la prevención del suicidio, ha atendido más de 55.000 llamadas en sus primeros cinco meses, del 10 de mayo al 10 de octubre de 2022. Esta cifra arroja un promedio de 360 llamadas diarias. En estos cinco meses, 2.000 llamadas al 024 han sido derivadas a los servicios de urgencias por su gravedad y 1.000 se corresponden con casos de riesgo muy alto o de suicidio en curso. Por tanto, el teléfono de atención al suicidio salva vidas y demuestra la eficacia de la prevención y la intervención temprana.

El impacto emocional de las enfermedades crónicas

El VI Barómetro EsCrónicos 2022, realizado por la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), sitúa la accesibilidad de la atención psicológica como una de las asignaturas pendientes de la sanidad española. El 44% de las personas con enfermedad crónica encuestadas considera que es muy escasa e inadecuada.

Mientras, el Estudio sobre el impacto emocional de la enfermedad crónica, presentado por la POP en octubre de 2021, señala que el 60% de las personas que conviven con una enfermedad crónica experimenta ansiedad a menudo o habitualmente, mientras al 48% afirma sentirse deprimido a menudo o habitualmente. Cuando se les pide que puntúen la intensidad del impacto emocional de su enfermedad en una escala del 1 al 10, siendo 10 la máxima intensidad posible, el 40% la sitúa entre 7 y 8, y el 34% entre 9 y 10.

Si tenemos en cuenta que más de 21 millones de personas de más de 15 años viven con una enfermedad crónica en España, estas cifras son apabullantes: estaríamos hablando de 12,6 millones de personas con síntomas frecuentes de ansiedad y de 10 millones de personas que se sienten deprimidas habitualmente. Además, la enfermedad crónica y sus consecuencias también deben ser estudiadas con perspectiva de género. Según el INE, el 49,3% de los hombres y el 59,1% de las mujeres de 15 y más años tienen alguna enfermedad o problema de salud crónico percibido, es decir, un 9,8% más de mujeres. Estos porcentajes se incrementan a medida que aumenta la edad, pero son superiores en las mujeres para todos los grupos de edad.

Discriminación y grandes carencias 

Según el Informe Mundial sobre Salud Mental, publicado por la Organización Mundial de la Salud en junio de 2022, las personas con trastornos mentales graves mueren de 10 a 20 años antes que la población general, la mayoría de las veces por enfermedades físicas prevenibles.

Este mismo informe proyecta unas pérdidas económicas anuales de 6.000 millones de euros en 2030 si no se mejora la asistencia a la salud mental de la población, incorporando una perspectiva tan humanista como comunitaria y, desde luego, igualitaria. La cifra de esta estimación es superior al coste sanitario conjunto de cáncer, diabetes y enfermedades respiratorias crónicas para el mismo año. A día de hoy, se calcula que los gastos directos e indirectos de los problemas de salud mental de la población española suponen el 4,2% del PIB.

En el I Foro Sinergias, organizado por la compañía farmacéutica Janssen y Es+ Salud Mental (antes Feafes Empleo), se contrapusieron dos datos que hablan por sí mismos: menos del 20% de las personas con discapacidad por motivos de salud mental logran acceder al empleo, pero el 75% considera que trabajar es una aspecto fundamental de la vida. Un estudio de Es+ Salud Mental de 2015 analizó el retorno económico de la contratación de una de estas personas mediante el método SROI (Retorno Social de las Inversiones) y las conclusiones no dejan lugar a dudas: por cada euro invertido se logra un retorno de 5,35 euros en beneficios para el conjunto de la sociedad.

En la actualidad, España tiene una ratio de seis psicólogas/os por cada 100.000 habitantes, muy por debajo de lo que se consideraría suficiente. La media de la Unión Europea se sitúa en 18 y alcanza 26 para el conjunto de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

Según el Consejo General de Psicología, la sanidad pública debería crear 7.090 nuevas plazas para alcanzar una ratio suficiente, de 20 profesionales por 100.000 habitantes, y poder ofrecer psicoterapia a las personas que la necesitan y con la frecuencia requerida, ya que actualmente hay listas de espera de meses para conseguir una primera cita y la cadencia de las consultas no se acerca ni remotamente a la periodicidad idónea de una cita semanal o, como mucho, cada dos semanas. La organización también subraya la doble inequidad a la que se enfrentan las personas con bajos ingresos: no solo son más vulnerables a los problemas de salud mental, sino que tienen un acceso muy restringido a la atención sanitaria en este ámbito, ya que no pueden permitirse acudir a consultas privadas.

Traducir la salud mental en datos permite vislumbrar la verdadera magnitud de una de las grandes epidemias de nuestro tiempo. En un momento en que se habla cada vez más abiertamente de su importancia, pero no se ha logrado articular un sistema de intervención sociosanitaria que garantice una atención suficiente e igualitaria, detenerse en la objetividad de las cifras mantiene alejado el sensacionalismo y recuerda el peligro de banalizar y la urgencia de actuar.

El pasado 10 de octubre, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, el Consejo General de la Psicología (COP) de España calificó la situación española de ‘abrumadora’. Recordó que una de cada tres personas presenta un caso probable de ansiedad y una de cada cuatro de depresión (COP, 2021); que unas 400.000 personas padecen un trastorno de la conducta alimentaria (Hospital Niño Jesús, 2015); que uno de cada diez estudiantes ha sido víctima de acoso en la escuela (Fundación ANAR, 2022); que se suicidan once personas al día y al menos otras 20 lo intentan (INE, 2020).

El Global Health Service Monitor 2022, elaborado por la consultora Ipsos, sitúa por primera vez la salud mental como segunda preocupación sanitaria a nivel mundial y, también por primera vez, por encima del cáncer. El 36% de las 23.507 personas entrevistadas, 1.000 de ellas en España, la mencionó cuando se le preguntó sobre los principales problemas de salud de la población de su país de origen. Este porcentaje supone un incremento del 5% respecto a 2021 y del 9% respecto a 2018. Cabe señalar también que el estrés ocupa el cuarto lugar del ranking de preocupaciones con un 26%, cinco puntos más que en 2021, reforzando la relevancia que otorga la ciudadanía a la salud mental.

Aegon Seguros ha presentado recientemente los resultados de la quinta edición del Estudio de Salud y Estilo de Vida, que dedica un capítulo completo a la salud emocional percibida. En conjunto, los datos no son malos, ya que la valoración media del bienestar psicológico en el último año es de 6,78 puntos, en una escala del 1 a 10, una puntuación similar a la del pasado año. No obstante, cabe resaltar que el 30,8% de las personas encuestadas considera que su salud mental ha empeorado en los últimos 12 meses, y únicamente el 11,3% advierte una una mejoría.

El estudio señala que cerca del 90% de los participantes afirma haber sufrido algún síntoma de depresión y ansiedad en el último año. Además, tanto en los casos probables de ansiedad como de depresión, estos síntomas han interferido algo (52,1%) o mucho (13,9%) en su vida cotidiana. El riesgo de ansiedad es el más elevado (27,9%), pero el riesgo de depresión (22,9%) y las ideaciones suicidas (21%) también alcanzan cifras muy relevantes.

El 28,8% de las mujeres y el 16,8% de los hombres cumplen los criterios de un caso probable de depresión. Los datos sugieren un mayor porcentaje de casos probables en los rangos de edad de 18-25 y 26-40 años que en los mayores de 67 (con un 13,3%). Además de ser notoriamente superior entre las mujeres, destacan las personas sin hijos y menores de 41 años. También se constata una relación entre este riesgo y la situación económica y laboral: quienes han perdido su trabajo, han estado en ERTE o afrontan un momento económico complicado registran porcentajes superiores.

El riesgo de suicidio es similar en ambos sexos, pero se observa la relevancia del factor edad: alcanza el 30,7% entre los 18 y los 25 años, y el 30% en las personas de entre 26 y 40. También influye la situación personal: el 27,7% de quienes han visto como su situación económica ha empeorado sustancialmente reconoce haber tenido ideaciones suicidas.

El Global Health Service Monitor 2022, elaborado por Ipsos, sitúa por primera vez la salud mental como segunda preocupación sanitaria a nivel mundial, superando al cáncer

La iniciativa The Global Burden of Diseases, Injuries and Risk Factors Study (Estudio sobre la Carga Global de Enfermedades, Lesiones y Factores de Riesgo), de la Universidad de Washington (Estados Unidos), cuantificó los efectos de la pandemia de Covid-19 en la salud mental en 2020 en un artículo publicado en la revista científica de impacto The Lancet en octubre de 2021. Se constata un incremento del 27.6% en el número de personas con trastornos depresivos graves o mayores y un 25.6% más de trastornos de ansiedad. Estos datos se traducen en un incremento de 10,7 millones de años de vida ajustados por discapacidad a nivel global (7,1 millones en mujeres y 3,6 millones en hombres) y en un incremento de 9.1 millones de años de vida ajustados por discapacidad en el mundo (6,2, millones en mujeres y 2,9 millones en hombres). Además, se registra un aumento de las tasas y los intentos de suicidio entre la gente joven de todo el mundo.

Mujeres, infancia y adolescencia, máxima vulnerabilidad

Según la última Encuesta Europea de Salud en España, publicada en 2020, la prevalencia de los trastornos depresivos en mujeres duplica la de los hombres: 7,1% frente a 3,5%. Además, por cada hombre con trastorno depresivo grave o mayor –es decir, incapacitante– hay 3,5 en mujeres que lo padecen.

Desafortunadamente, la pandemia ha exacerbado la brecha de género que también existe en salud mental, ya que sus consecuencias han impactado con una fuerza considerablemente mayor sobre las mujeres, que se han visto más afectadas tanto por los trastornos depresivos como por los trastornos de ansiedad, con un incremento del 29,8% de los primeros, versus el 24% de los hombres, y del 27,9% en los segundos, frente al 21,7% de los hombres.

El informe Headway, Índice de Salud Mental 2.0 2022 recuerda que este aumento desigual era previsible, debido al mayor impacto de las consecuencias sociales y económicas de la pandemia sobre las mujeres: mayor carga de cuidado y responsabilidades domésticas, menos ahorros –como consecuencia de contar con salarios más bajos– y más probabilidades de quedarse sin trabajo por tener empleos menos estables. El impacto fue especialmente intenso en los grupos de edad entre los 20 y los 50 años y las disparidades se fueron agravando a medida que evolucionaba la pandemia.

De acuerdo con las estimaciones mundiales, recogidas en el informe de Unicef Estado Mundial de la Infancia 2021. En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia, la prevalencia de problemas de salud mental diagnosticados en las y los adolescentes españoles de 10 a 19 años es del 20,8%. Este dato contrasta con el 16,3% del conjunto de la Unión Europea y el 13,2% a nivel global. Según el Barómetro Juvenil 2021 del Centro Reina Sofía de la FAD, el porcentaje de jóvenes con problemas de salud mental que les impiden desarrollar una vida plena ha pasado del 6,2% en 2017 al 16% en 2021.

Por otra parte, las niñas, niños y adolescentes que viven en hogares con bajos ingresos tienen una probabilidad cuatro veces mayor (12,8%) de sufrir trastornos mentales y/o de conducta que los que viven en hogares de renta alta (2,6%). Es significativo el modo en que les afectan las preocupaciones económicas y la incertidumbre laboral en sus familias: el porcentaje de niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales y/o de conducta se elevaba al 12,4% en hogares en los que la madre y/o el padre ya estaban en paro cuando estalló la pandemia, perdieron el trabajo durante la misma o tuvieron que afrontar un ERTE. El porcentaje se desciende al 2,9% en hogares en los que no hubo sobresaltos. Así lo recoge Crecer Saludable(mente). Un análisis sobre la salud mental y el suicidio en la infancia y la adolescencia, un informe publicado por la ONG Save the Children en 2021.

El suicidio sigue en línea ascendente

En 2020, último año del que hay estadísticas completas, se suicidaron 3.941 personas en España, según cifras oficiales publicadas por el Instituto Nacional de Estadística. El suicidio es la primera causa de muerte no natural en nuestro país, y su incidencia va en aumento: en 2020 se suicidaron 270 personas más que en 2019, lo que supone un incremento del 7,4%. Ya triplica el número de víctimas de accidentes de tráfico y es la primera causa de muerte en las personas jóvenes de 15 a 29 años. Además, genera un sufrimiento indescriptible en el entorno afectivo de quien se ha quitado la vida: se calcula que cada suicidio impacta terriblemente en la salud mental de al menos seis personas.

Según el Informe Mundial sobre Salud Mental, publicado por la OMS en junio de 2022, las personas con trastornos mentales graves mueren de 10 a 20 años antes que la población general

El teléfono 024, la línea habilitada por el Ministerio de Sanidad para la prevención del suicidio, ha atendido más de 55.000 llamadas en sus primeros cinco meses, del 10 de mayo al 10 de octubre de 2022. Esta cifra arroja un promedio de 360 llamadas diarias. En estos cinco meses, 2.000 llamadas al 024 han sido derivadas a los servicios de urgencias por su gravedad y 1.000 se corresponden con casos de riesgo muy alto o de suicidio en curso. Por tanto, el teléfono de atención al suicidio salva vidas y demuestra la eficacia de la prevención y la intervención temprana.

El impacto emocional de las enfermedades crónicas

El VI Barómetro EsCrónicos 2022, realizado por la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), sitúa la accesibilidad de la atención psicológica como una de las asignaturas pendientes de la sanidad española. El 44% de las personas con enfermedad crónica encuestadas considera que es muy escasa e inadecuada.

Mientras, el Estudio sobre el impacto emocional de la enfermedad crónica, presentado por la POP en octubre de 2021, señala que el 60% de las personas que conviven con una enfermedad crónica experimenta ansiedad a menudo o habitualmente, mientras al 48% afirma sentirse deprimido a menudo o habitualmente. Cuando se les pide que puntúen la intensidad del impacto emocional de su enfermedad en una escala del 1 al 10, siendo 10 la máxima intensidad posible, el 40% la sitúa entre 7 y 8, y el 34% entre 9 y 10.

Si tenemos en cuenta que más de 21 millones de personas de más de 15 años viven con una enfermedad crónica en España, estas cifras son apabullantes: estaríamos hablando de 12,6 millones de personas con síntomas frecuentes de ansiedad y de 10 millones de personas que se sienten deprimidas habitualmente. Además, la enfermedad crónica y sus consecuencias también deben ser estudiadas con perspectiva de género. Según el INE, el 49,3% de los hombres y el 59,1% de las mujeres de 15 y más años tienen alguna enfermedad o problema de salud crónico percibido, es decir, un 9,8% más de mujeres. Estos porcentajes se incrementan a medida que aumenta la edad, pero son superiores en las mujeres para todos los grupos de edad.

Discriminación y grandes carencias 

Según el Informe Mundial sobre Salud Mental, publicado por la Organización Mundial de la Salud en junio de 2022, las personas con trastornos mentales graves mueren de 10 a 20 años antes que la población general, la mayoría de las veces por enfermedades físicas prevenibles.

Este mismo informe proyecta unas pérdidas económicas anuales de 6.000 millones de euros en 2030 si no se mejora la asistencia a la salud mental de la población, incorporando una perspectiva tan humanista como comunitaria y, desde luego, igualitaria. La cifra de esta estimación es superior al coste sanitario conjunto de cáncer, diabetes y enfermedades respiratorias crónicas para el mismo año. A día de hoy, se calcula que los gastos directos e indirectos de los problemas de salud mental de la población española suponen el 4,2% del PIB.

En el I Foro Sinergias, organizado por la compañía farmacéutica Janssen y Es+ Salud Mental (antes Feafes Empleo), se contrapusieron dos datos que hablan por sí mismos: menos del 20% de las personas con discapacidad por motivos de salud mental logran acceder al empleo, pero el 75% considera que trabajar es una aspecto fundamental de la vida. Un estudio de Es+ Salud Mental de 2015 analizó el retorno económico de la contratación de una de estas personas mediante el método SROI (Retorno Social de las Inversiones) y las conclusiones no dejan lugar a dudas: por cada euro invertido se logra un retorno de 5,35 euros en beneficios para el conjunto de la sociedad.

En la actualidad, España tiene una ratio de seis psicólogas/os por cada 100.000 habitantes, muy por debajo de lo que se consideraría suficiente. La media de la Unión Europea se sitúa en 18 y alcanza 26 para el conjunto de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

Según el Consejo General de Psicología, la sanidad pública debería crear 7.090 nuevas plazas para alcanzar una ratio suficiente, de 20 profesionales por 100.000 habitantes, y poder ofrecer psicoterapia a las personas que la necesitan y con la frecuencia requerida, ya que actualmente hay listas de espera de meses para conseguir una primera cita y la cadencia de las consultas no se acerca ni remotamente a la periodicidad idónea de una cita semanal o, como mucho, cada dos semanas. La organización también subraya la doble inequidad a la que se enfrentan las personas con bajos ingresos: no solo son más vulnerables a los problemas de salud mental, sino que tienen un acceso muy restringido a la atención sanitaria en este ámbito, ya que no pueden permitirse acudir a consultas privadas.