
Suicidio: un elefante ‘invisible’ en la habitación
El suicidio todavía es tabú, la última frontera del dolor y el estigma. Según la confederación de asociaciones de pacientes Salud Mental España, es como tener un elefante en la habitación del que nadie quiere hablar. Sin embargo, cada día hay diez muertes por suicidio y se producen 200 intentos solo en España. Hablamos de una cuestión de salud pública de gran magnitud, la primera causa de muerte no natural en el conjunto de la población, la principal entre las personas de entre 15 y 29 años. El 10 de septiembre se celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio para recordarnos que existen señales de alerta, pero es preciso romper el silencio, empezar a hablar de suicidio e invertir (en serio) en salud mental para saber detectarlas y actuar a tiempo.
El suicidio es un elefante ‘invisible’ en la habitación. Más bien, como dice la confederación de asociaciones de pacientes Salud Mental España, es como tener delante un elefante del que nadie quiere hablar. Sin embargo, es posible prevenir las muertes por suicidio porque existen señales de alerta comunes, pero es necesario romper el silencio para saber detectarlas y actuar a tiempo.
Hablamos de un problema de salud pública de máxima magnitud, ya que, según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2019, el último año del que hay datos definitivos, el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España desde hace una década, la principal en la franja de edad comprendida entre 15 y 29 años.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se suicidan al menos 700.000 personas en el mundo (algunas fuentes solventes ya hablan de 800.000). En 2020, se quitaron la vida 3.941 personas en nuestro país, 270 más que el año anterior (un incremento del 7,4%), el mayor número desde que hay datos, de las cuales 2.930 eran hombres y 1.011 mujeres, en un patrón estable de una mujer por cada cuatro muertes por suicidio. Por el contrario, entre las mujeres se produjeron seis de cada diez intentos. En España, cada día fallecen más de personas por esta causa y hay 200 intentos. Además, se calcula que cada suicidio afecta profundamente al menos a seis personas del círculo afectivo.
Tal y como se explica en un comunicado emitido por el Colegio Oficial de Psicología de Madrid con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebra hoy, las causas y las variables de la conducta suicida son numerosas y complejas, en constante interacción y relacionadas con el bagaje vital de cada persona, con su propia psicología y con cierto componente biológico. En la actualidad, todo ello es trasversalmente influido por las omnipresentes nuevas tecnologías, que ejercen una influencia positiva o negativa, en función de la educación emocional y el ambiente social de la persona.
No obstante, la pobreza, el desempleo, los duelos, los problemas sociales, el abuso de sustancias tóxicas, el maltrato en la infancia, la violencia machista, el aislamiento social y determinados trastornos en salud mental, como la depresión, tienen una gran influencia en la tasa de suicidios. Sin embargo, todavía se tiende a pensar que todas las personas que se suicidan tenían trastornos mentales. Ciertamente, se trata de un factor de riesgo muy frecuente, pero no único. El denominador común es un sufrimiento emocional excepcionalmente intenso.
El lema del día mundial 2021 es Crear esperanza a través de la acción, que refleja la necesidad de una acción colectiva para abordar este problema urgente de salud pública. Para ello, COP Madrid ha puesto en marcha el programa Hablemos de…Suicidio, que define como “un proyecto plural, de todas y de todos los agentes de prevención, donde reiteramos e insistimos a través de diversos ejes de acción y comunicación institucional en la reivindicación de contar con un Plan Nacional de Prevención del Suicidio”.
Salud Mental España también insiste en denunciar la escasez de recursos públicos para la atención a la salud mental y reclama, un año más, la urgencia de contar con un Plan Nacional de Prevención del Suicidio, así como un teléfono de atención 24 horas público, gratuito y fácilmente recordable, es decir, de tres cifras, similar al 016 contra la violencia machista, para atender a las personas que están experimentando ideaciones suicidas, pero también para las que estén preocupadas por un ser querido que sospechen que pueda estar planeando quitarse la vida.
Todavía se tiende a creer que todas las personas que se suicidan tenían un trastorno mental. Los trastornos mentales son factores de riesgo frecuentes, pero hay otros. El denominador común es el sufrimiento emocional
“Es responsabilidad del Estado poner en marcha todas estas iniciativas de prevención y de atención a las personas cuya vida se encuentra en riesgo. Desde la confederación llevamos años reclamando medidas para atajar este problema y no dejaremos de hacerlo hasta que sean una realidad. Desgraciadamente, todavía no lo son, a pesar de que el suicidio sea la primera causa de muerte no natural en España, superando en más del doble a los accidentes de tráfico, y teniendo en cuenta que todavía nos quedan por ver los efectos de la pandemia”, añade Nel González Zapico, actual presidente de Salud Mental España.
Efectivamente, todas las fuentes solventes esperan que las cifras de 2020 y 2021 sean claramente negativas, ya que son numerosos los centros sanitarios que han reportado un aumento de hasta el 250% en los intentos de suicidio y las ideaciones suicidas desde el inicio de la pandemia, con la adolescencia como principal grupo de riesgo. Para COP Madrid, urge “el desarrollo de planes de prevención de la conducta suicida en la infancia y la adolescencia, con singular implicación de los sistemas educativos”.
Romper el tabú y reconocer las señales de alarma.
Para el Colegio Oficial de Psicología de Madrid, el principal objetivo de las organizaciones e instituciones en la prevención y la visibilidad social de un fenómeno estigmatizado y tabú en la mayoría de las sociedades como es el suicidio es disminuir su incidencia y prevenir el comportamiento suicida. Para ello, además de implementar un plan nacional que permita una acción coordinada y proporcione la financiación necesaria, es imprescindible hablar del suicidio sin sensacionalismo, con rigor y abiertamente.
Es necesario proporcionar una sólida formación específica a los profesionales de la salud y a la comunidad educativa para que sepan detectar casos de riesgo y pasen a la acción. También se debe tratar el tema en los medios de comunicación, pero con la seriedad, el respeto y la delicadeza que requiere el tema. Para ello, el Ministerio de Sanidad ha compartido hoy un decálogo para las y los periodistas, que resulta muy esclarecedor y cuya lectura recomendamos.
Por último, pero no menos importante, puede resultar vital para toda la ciudadanía conocer las señales de alarma, que pueden hacernos sospechar de las ideaciones suicidas de alguna persona de nuestro entorno, por lo que romper el tabú, desprendernos del miedo al estigma y, sobre todo, fijar nuestra mirada en en el elefante que tenemos delante, puede salvar la vida de un ser querido y alejar la tragedia de la nuestra.
Entre estas señales de alarma, que varían entre individuos, y que, vaya por delante, no siempre se producen, cabe resaltar: que la persona hable de suicidarse, de acabar con todo, de terminar con su dolor; que manifieste estar cansada de luchar o que diga que lo suyo no tiene remedio, que su vida no vale para nada, etc.; que nos hable en tono de despedida; que se desprenda de objetos queridos; que ponga en orden sus asuntos, haciendo testamento, por ejemplo; que tenga cambios de humor muy bruscos y con momentos de profunda tristeza; que se aísle del mundo; y, desde luego, que haya tratado de acabar con su vida con anterioridad, ya que los intentos de suicidio previos son un claro factor de riesgo.
Si nos parece ver señales de peligro, propiciar una conversación en la que esa persona pueda expresar lo que le pasa sin sentirse juzgada, crear un clima en el que sea capaz de verbalizar que tiene dudas sobre si merece la pena seguir viviendo y que se plantea la posibilidad de suicidarse, al tiempo que le hacemos ver que la queremos y le contemos todo lo que nos aporta y cuánto nos importa, podría ser suficiente para convencerla de que aplace la decisión y nos permita acompañarla a buscar ayuda profesional.
Sin embargo, poca cosa podremos hacer como sociedad sin un sistema de atención a la salud mental bien financiado y verdaderamente pensado para acoger, tratar y proporcionar consuelo y seguimiento a las personas que sufren.
Dentro de este sistema debería integrarse de forma transversal un Plan Nacional de Prevención del Suicidio y, por supuesto, sería necesario incrementar de forma exponencial la contratación de profesionales de la psicología clínica en la sanidad pública, de modo que cada centro de atención primaria disponga de una consulta especializada, una de las grandes reivindicaciones de pacientes y organizaciones, e invertir en estrategias comunitarias de promoción de la salud mental.
* La imagen que ilustra esta noticia parte de una fotografía de Glen Carrie y está disponible en Unsplash.
El suicidio todavía es tabú, la última frontera del dolor y el estigma. Según la confederación de asociaciones de pacientes Salud Mental España, es como tener un elefante en la habitación del que nadie quiere hablar. Sin embargo, cada día hay diez muertes por suicidio y se producen 200 intentos solo en España. Hablamos de una cuestión de salud pública de gran magnitud, la primera causa de muerte no natural en el conjunto de la población, la principal entre las personas de entre 15 y 29 años. El 10 de septiembre se celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio para recordarnos que existen señales de alerta, pero es preciso romper el silencio, empezar a hablar de suicidio e invertir (en serio) en salud mental para saber detectarlas y actuar a tiempo.
El suicidio es un elefante ‘invisible’ en la habitación. Más bien, como dice la confederación de asociaciones de pacientes Salud Mental España, es como tener delante un elefante del que nadie quiere hablar. Sin embargo, es posible prevenir las muertes por suicidio porque existen señales de alerta comunes, pero es necesario romper el silencio para saber detectarlas y actuar a tiempo.
Hablamos de un problema de salud pública de máxima magnitud, ya que, según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2019, el último año del que hay datos definitivos, el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España desde hace una década, la principal en la franja de edad comprendida entre 15 y 29 años.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se suicidan al menos 700.000 personas en el mundo (algunas fuentes solventes ya hablan de 800.000). En 2020, se quitaron la vida 3.941 personas en nuestro país, 270 más que el año anterior (un incremento del 7,4%), el mayor número desde que hay datos, de las cuales 2.930 eran hombres y 1.011 mujeres, en un patrón estable de una mujer por cada cuatro muertes por suicidio. Por el contrario, entre las mujeres se produjeron seis de cada diez intentos. En España, cada día fallecen más de personas por esta causa y hay 200 intentos. Además, se calcula que cada suicidio afecta profundamente al menos a seis personas del círculo afectivo.
Tal y como se explica en un comunicado emitido por el Colegio Oficial de Psicología de Madrid con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebra hoy, las causas y las variables de la conducta suicida son numerosas y complejas, en constante interacción y relacionadas con el bagaje vital de cada persona, con su propia psicología y con cierto componente biológico. En la actualidad, todo ello es trasversalmente influido por las omnipresentes nuevas tecnologías, que ejercen una influencia positiva o negativa, en función de la educación emocional y el ambiente social de la persona.
No obstante, la pobreza, el desempleo, los duelos, los problemas sociales, el abuso de sustancias tóxicas, el maltrato en la infancia, la violencia machista, el aislamiento social y determinados trastornos en salud mental, como la depresión, tienen una gran influencia en la tasa de suicidios. Sin embargo, todavía se tiende a pensar que todas las personas que se suicidan tenían trastornos mentales. Ciertamente, se trata de un factor de riesgo muy frecuente, pero no único. El denominador común es un sufrimiento emocional excepcionalmente intenso.
El lema del día mundial 2021 es Crear esperanza a través de la acción, que refleja la necesidad de una acción colectiva para abordar este problema urgente de salud pública. Para ello, COP Madrid ha puesto en marcha el programa Hablemos de…Suicidio, que define como “un proyecto plural, de todas y de todos los agentes de prevención, donde reiteramos e insistimos a través de diversos ejes de acción y comunicación institucional en la reivindicación de contar con un Plan Nacional de Prevención del Suicidio”.
Salud Mental España también insiste en denunciar la escasez de recursos públicos para la atención a la salud mental y reclama, un año más, la urgencia de contar con un Plan Nacional de Prevención del Suicidio, así como un teléfono de atención 24 horas público, gratuito y fácilmente recordable, es decir, de tres cifras, similar al 016 contra la violencia machista, para atender a las personas que están experimentando ideaciones suicidas, pero también para las que estén preocupadas por un ser querido que sospechen que pueda estar planeando quitarse la vida.
Todavía se tiende a creer que todas las personas que se suicidan tenían un trastorno mental. Los trastornos mentales son factores de riesgo frecuentes, pero hay otros. El denominador común es el sufrimiento emocional
“Es responsabilidad del Estado poner en marcha todas estas iniciativas de prevención y de atención a las personas cuya vida se encuentra en riesgo. Desde la confederación llevamos años reclamando medidas para atajar este problema y no dejaremos de hacerlo hasta que sean una realidad. Desgraciadamente, todavía no lo son, a pesar de que el suicidio sea la primera causa de muerte no natural en España, superando en más del doble a los accidentes de tráfico, y teniendo en cuenta que todavía nos quedan por ver los efectos de la pandemia”, añade Nel González Zapico, presidente de Salud Mental España.
Efectivamente, todas las fuentes solventes esperan que las cifras de 2020 y 2021 sean claramente negativas, ya que son numerosos los centros sanitarios que han reportado un aumento de hasta el 250% en los intentos de suicidio y las ideaciones suicidas desde el inicio de la pandemia, con la adolescencia como principal grupo de riesgo. Para COP Madrid, urge “el desarrollo de planes de prevención de la conducta suicida en la infancia y la adolescencia, con singular implicación de los sistemas educativos”.
Romper el tabú y reconocer las señales de alarma.
Para el Colegio Oficial de Psicología de Madrid, el principal objetivo de las organizaciones e instituciones en la prevención y la visibilidad social de un fenómeno estigmatizado y tabú en la mayoría de las sociedades como es el suicidio es disminuir su incidencia y prevenir el comportamiento suicida. Para ello, además de implementar un plan nacional que permita una acción coordinada y proporcione la financiación necesaria, es imprescindible hablar del suicidio sin sensacionalismo, con rigor y abiertamente.
Es necesario proporcionar una sólida formación específica a los profesionales de la salud y a la comunidad educativa para que sepan detectar casos de riesgo y pasen a la acción. También se debe tratar el tema en los medios de comunicación, pero con la seriedad, el respeto y la delicadeza que requiere el tema. Para ello, el Ministerio de Sanidad ha compartido hoy un decálogo para las y los periodistas, que resulta muy esclarecedor y cuya lectura recomendamos.
Por último, pero no menos importante, puede resultar vital para toda la ciudadanía conocer las señales de alarma, que pueden hacernos sospechar de las ideaciones suicidas de alguna persona de nuestro entorno, por lo que romper el tabú, desprendernos del miedo al estigma y, sobre todo, fijar nuestra mirada en en el elefante que tenemos delante, puede salvar la vida de un ser querido y alejar la tragedia de la nuestra.
Entre estas señales de alarma, que varían entre individuos, y que, vaya por delante, no siempre se producen, cabe resaltar: que la persona hable de suicidarse, de acabar con todo, de terminar con su dolor; que manifieste estar cansada de luchar o que diga que lo suyo no tiene remedio, que su vida no vale para nada, etc.; que nos hable en tono de despedida; que se desprenda de objetos queridos; que ponga en orden sus asuntos, haciendo testamento, por ejemplo; que tenga cambios de humor muy bruscos y con momentos de profunda tristeza; que se aísle del mundo; y, desde luego, que haya tratado de acabar con su vida con anterioridad, ya que los intentos de suicidio previos son un claro factor de riesgo.
Si nos parece ver señales de peligro, propiciar una conversación en la que esa persona pueda expresar lo que le pasa sin sentirse juzgada, crear un clima en el que sea capaz de verbalizar que tiene dudas sobre si merece la pena seguir viviendo y que se plantea la posibilidad de suicidarse, al tiempo que le hacemos ver que la queremos y le contemos todo lo que nos aporta y cuánto nos importa, podría ser suficiente para convencerla de que aplace la decisión y nos permita acompañarla a buscar ayuda profesional.
Sin embargo, poca cosa podremos hacer como sociedad sin un sistema de atención a la salud mental bien financiado y verdaderamente pensado para acoger, tratar y proporcionar consuelo y seguimiento a las personas que sufren.
Dentro de este sistema debería integrarse de forma transversal un Plan Nacional de Prevención del Suicidio y, por supuesto, sería necesario incrementar de forma exponencial la contratación de profesionales de la psicología clínica en la sanidad pública, de modo que cada centro de atención primaria disponga de una consulta especializada, una de las grandes reivindicaciones de pacientes y organizaciones, e invertir en estrategias comunitarias de promoción de la salud mental.
* La imagen que ilustra esta noticia parte de una fotografía de Glen Carrie y está disponible en Unsplash.
El suicidio todavía es tabú, la última frontera del dolor y el estigma. Según la confederación de asociaciones de pacientes Salud Mental España, es como tener un elefante en la habitación del que nadie quiere hablar. Sin embargo, cada día hay diez muertes por suicidio y se producen 200 intentos solo en España. Hablamos de una cuestión de salud pública de gran magnitud, la primera causa de muerte no natural en el conjunto de la población, la principal entre las personas de entre 15 y 29 años. El 10 de septiembre se celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio para recordarnos que existen señales de alerta, pero es preciso romper el silencio, empezar a hablar de suicidio e invertir (en serio) en salud mental para saber detectarlas y actuar a tiempo.
El suicidio es un elefante ‘invisible’ en la habitación. Más bien, como dice la confederación de asociaciones de pacientes Salud Mental España, es como tener delante un elefante del que nadie quiere hablar. Sin embargo, es posible prevenir las muertes por suicidio porque existen señales de alerta comunes, pero es necesario romper el silencio para saber detectarlas y actuar a tiempo.
Hablamos de un problema de salud pública de máxima magnitud, ya que, según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2019, el último año del que hay datos definitivos, el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España desde hace una década, la principal en la franja de edad comprendida entre 15 y 29 años.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se suicidan al menos 700.000 personas en el mundo (algunas fuentes solventes ya hablan de 800.000). En 2020, se quitaron la vida 3.941 personas en nuestro país, 270 más que el año anterior (un incremento del 7,4%), el mayor número desde que hay datos, de las cuales 2.930 eran hombres y 1.011 mujeres, en un patrón estable de una mujer por cada cuatro muertes por suicidio. Por el contrario, entre las mujeres se produjeron seis de cada diez intentos. En España, cada día fallecen más de personas por esta causa y hay 200 intentos. Además, se calcula que cada suicidio afecta profundamente al menos a seis personas del círculo afectivo.
Tal y como se explica en un comunicado emitido por el Colegio Oficial de Psicología de Madrid con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebra hoy, las causas y las variables de la conducta suicida son numerosas y complejas, en constante interacción y relacionadas con el bagaje vital de cada persona, con su propia psicología y con cierto componente biológico. En la actualidad, todo ello es trasversalmente influido por las omnipresentes nuevas tecnologías, que ejercen una influencia positiva o negativa, en función de la educación emocional y el ambiente social de la persona.
No obstante, la pobreza, el desempleo, los duelos, los problemas sociales, el abuso de sustancias tóxicas, el maltrato en la infancia, la violencia machista, el aislamiento social y determinados trastornos en salud mental, como la depresión, tienen una gran influencia en la tasa de suicidios. Sin embargo, todavía se tiende a pensar que todas las personas que se suicidan tenían trastornos mentales. Ciertamente, se trata de un factor de riesgo muy frecuente, pero no único. El denominador común es un sufrimiento emocional excepcionalmente intenso.
El lema del día mundial 2021 es Crear esperanza a través de la acción, que refleja la necesidad de una acción colectiva para abordar este problema urgente de salud pública. Para ello, COP Madrid ha puesto en marcha el programa Hablemos de…Suicidio, que define como “un proyecto plural, de todas y de todos los agentes de prevención, donde reiteramos e insistimos a través de diversos ejes de acción y comunicación institucional en la reivindicación de contar con un Plan Nacional de Prevención del Suicidio”.
Salud Mental España también insiste en denunciar la escasez de recursos públicos para la atención a la salud mental y reclama, un año más, la urgencia de contar con un Plan Nacional de Prevención del Suicidio, así como un teléfono de atención 24 horas público, gratuito y fácilmente recordable, es decir, de tres cifras, similar al 016 contra la violencia machista, para atender a las personas que están experimentando ideaciones suicidas, pero también para las que estén preocupadas por un ser querido que sospechen que pueda estar planeando quitarse la vida.
Todavía se tiende a creer que todas las personas que se suicidan tenían un trastorno mental. Los trastornos mentales son factores de riesgo frecuentes, pero hay otros. El denominador común es el sufrimiento emocional
“Es responsabilidad del Estado poner en marcha todas estas iniciativas de prevención y de atención a las personas cuya vida se encuentra en riesgo. Desde la confederación llevamos años reclamando medidas para atajar este problema y no dejaremos de hacerlo hasta que sean una realidad. Desgraciadamente, todavía no lo son, a pesar de que el suicidio sea la primera causa de muerte no natural en España, superando en más del doble a los accidentes de tráfico, y teniendo en cuenta que todavía nos quedan por ver los efectos de la pandemia”, añade Nel González Zapico, presidente de Salud Mental España.
Efectivamente, todas las fuentes solventes esperan que las cifras de 2020 y 2021 sean claramente negativas, ya que son numerosos los centros sanitarios que han reportado un aumento de hasta el 250% en los intentos de suicidio y las ideaciones suicidas desde el inicio de la pandemia, con la adolescencia como principal grupo de riesgo. Para COP Madrid, urge “el desarrollo de planes de prevención de la conducta suicida en la infancia y la adolescencia, con singular implicación de los sistemas educativos”.
Romper el tabú y reconocer las señales de alarma.
Para el Colegio Oficial de Psicología de Madrid, el principal objetivo de las organizaciones e instituciones en la prevención y la visibilidad social de un fenómeno estigmatizado y tabú en la mayoría de las sociedades como es el suicidio es disminuir su incidencia y prevenir el comportamiento suicida. Para ello, además de implementar un plan nacional que permita una acción coordinada y proporcione la financiación necesaria, es imprescindible hablar del suicidio sin sensacionalismo, con rigor y abiertamente.
Es necesario proporcionar una sólida formación específica a los profesionales de la salud y a la comunidad educativa para que sepan detectar casos de riesgo y pasen a la acción. También se debe tratar el tema en los medios de comunicación, pero con la seriedad, el respeto y la delicadeza que requiere el tema. Para ello, el Ministerio de Sanidad ha compartido hoy un decálogo para las y los periodistas, que resulta muy esclarecedor y cuya lectura recomendamos.
Por último, pero no menos importante, puede resultar vital para toda la ciudadanía conocer las señales de alarma, que pueden hacernos sospechar de las ideaciones suicidas de alguna persona de nuestro entorno, por lo que romper el tabú, desprendernos del miedo al estigma y, sobre todo, fijar nuestra mirada en en el elefante que tenemos delante, puede salvar la vida de un ser querido y alejar la tragedia de la nuestra.
Entre estas señales de alarma, que varían entre individuos, y que, vaya por delante, no siempre se producen, cabe resaltar: que la persona hable de suicidarse, de acabar con todo, de terminar con su dolor; que manifieste estar cansada de luchar o que diga que lo suyo no tiene remedio, que su vida no vale para nada, etc.; que nos hable en tono de despedida; que se desprenda de objetos queridos; que ponga en orden sus asuntos, haciendo testamento, por ejemplo; que tenga cambios de humor muy bruscos y con momentos de profunda tristeza; que se aísle del mundo; y, desde luego, que haya tratado de acabar con su vida con anterioridad, ya que los intentos de suicidio previos son un claro factor de riesgo.
Si nos parece ver señales de peligro, propiciar una conversación en la que esa persona pueda expresar lo que le pasa sin sentirse juzgada, crear un clima en el que sea capaz de verbalizar que tiene dudas sobre si merece la pena seguir viviendo y que se plantea la posibilidad de suicidarse, al tiempo que le hacemos ver que la queremos y le contemos todo lo que nos aporta y cuánto nos importa, podría ser suficiente para convencerla de que aplace la decisión y nos permita acompañarla a buscar ayuda profesional.
Sin embargo, poca cosa podremos hacer como sociedad sin un sistema de atención a la salud mental bien financiado y verdaderamente pensado para acoger, tratar y proporcionar consuelo y seguimiento a las personas que sufren.
Dentro de este sistema debería integrarse de forma transversal un Plan Nacional de Prevención del Suicidio y, por supuesto, sería necesario incrementar de forma exponencial la contratación de profesionales de la psicología clínica en la sanidad pública, de modo que cada centro de atención primaria disponga de una consulta especializada, una de las grandes reivindicaciones de pacientes y organizaciones, e invertir en estrategias comunitarias de promoción de la salud mental.
* La imagen que ilustra esta noticia parte de una fotografía de Glen Carrie y está disponible en Unsplash.